sábado, 18 de octubre de 2008

LA PESADILLA

El cap. 2:

CAPÍTULO 2: LA PESADILLA

Se encontraba en un verde prado junto a Pachi y a Zorim. A su derecha había una cadena de montañas enblanquecidas por la nieve. A su izquierda se extendía un claro riachuelo y más allá un extenso bosque. Al lado de este se establecía una pequeña aldea. Algunas cabras salvajes saltaban por entre las rocas mientras que una majestuosa aguila volaba en circulos por el cielo azul buscando a alguna presa. Los habitantes del lugar trabajaban con tranquilidad y alegría.

Y entoces ocurrió algo. Esa tranquilidad y felicidad desapareció. La tierra temblaba como si mil tambores tocaran. Apareciero oscuras nubes en el cielo que taparon el sol. Todo era oscuridad. Las casas de la aldea se derrumbaron. La gente corría, gritando. La nieve de las montañas se desprendió, sepultando a las cabras. El bosque empezó a arder con furia. El agua del riachuelo se convirtió en un río de fuego y lava. La avalancha de nieve se derritió y caió por la falda de la montaña, arrastrando a los pueblerinos hasta el fuego. El río crecía por momentos.

Los tres subieron por la montaña, sin parar, con la lava pisándole los talones. Se ahogaban con los humos tóxicos del fuego. Zorim tropezó y caió al suelo. Quisieron ayudarle pero el fuego se le hechó en cima, desapareció. Continuaron subiendo.

Llegaron a la cima. La lava lo había rodeado. No había escapatória possible en aquel islote.

El trozo de tierra en el que se encontraba Pachi se derrumbó. El joven se agarró en la roca. Lo sacó de allí. Pero luego vió el fuego había prendido sus ropajes. Su amigo empezó a arder, gimiendo de dolor. Rodaba por el suelo pero solo conseguía avivar las llamas.

Desesperado quiso ayudarle. Lanzó hechizos de aquiáticos pero no le salían. Se miró las manos. Eran las de un viejo, arrugadas y marchitas. Su amigo se consumió. Dejó de gritar.

Se jiró. Larenlië, la elfa, estaba allí, observándole con horror en la mirada. Le mostró un espejo, su cara se reflejava en él. Se le cortó el aire. Era la cara de un viejo demacrado, de pelo blanco y con la cara surcada de arrugas. Del espanto que sufrió él se le caió el colgante que le había regalado ella. Se rompió en mil pedazos.

Un velo de llamas saltó sobre la elfa. Desapareció.

Miró a su alrededor.

Entonces, de entre el océano de lava, emergió una enorme sombra, más oscura que cualquier otra. La rodeaban las llamas. Sobre su espalda se encontraba Drehem, sonriéndole con malicia.

La sombra abrió los ojos, unos ojos rojos cómo la sangre, y lanzó un rugido lacerante, terrible.


El mago negro le susurró algo al ser. Ese se fijó en él y se le lanzó encima.

Gri se levantó gritando. A su alrededor todo estaba en silencio, era de noche. Se miró las manos. No eran las de un viejo. Suspiró, estaba sudado. Se tranquilizó todo lo que pudoya que no era más que una pesadilla.

Pachi, que montaba guardia, corrió a su lado.

-¡Gri! ¿Estás bien?

El joven tardó en responder.

-Si -le susurró- Pachi...

-¿Qué?

-He tenido una pesadilla...

-¡Ah, solo era eso! -respiró aliviado Pachi.

Gri le miró a los ojos. Pachi vió qué había algo más.

-No era una simple pesadilla -dijo Gri con seriedad- bueno, eso creo...


-¿Que quieres decir? -le preguntó Pachi, intrigado.

-No sé -dijo, dudando, Gri- era demasiado real... cómo si viera el futuro...

-Una premonición...

-¡Eso!

Pachi le preguntó qué aparecía en aquella pesadilla. Gri se lo contó todo, lo mejor que pudo. Los dos magos se quedaron pensarivos un rato.

-Una premonición... -dijo Pachi, al fin- Nada bueno es lo que cuentas.... Puede que sea el futuro, puede que no... Deberíamos descubrirlo... Claro que no siempre las premoniciones son acertadas...

-No, no debemos -dijo Gri- Tenemos que pillar a Drehem.

-Pues yo creo que deberiamos abandonar la persecución, solo un tiempo. Más valdría saber si eso era una simple pesadilla o otra cosa...

-Pero...

-Te recuerdo que Drehem aparecía en la pesadilla, junto a un poderoso ser que parece acatar sus ordénes. Eso no es nada bueno...


-Pues... ¿A dónde iremos? Se que hay magos que entienden de premoniciones pero esto es demasiado íntimo. Parece que Drehem está ideando un plan. ¿Sabes de alguien al que podamos consultar? ¿Alguien de confianza?

Se quedaron en silencio. Al fin Pachi contestó:

-Si, se de alguien. Tú ya lo conoces. ¿Te acuerdas del Gran Mago de la escuela del Bosque de las Bayas?

Al principio no supo de quién le hablaba pero al fin se acordó de aquel elfo, amigo de su primer maestro, que les había acojido en su torre.

-Si -respondió Gri.

-Pues él ha publicado algunos trabajos sobre premoniciones. Podríamos acudir a él. Es un bien hombre... ¡Digo elfo!

-Si... Deberíamos ir a él... No esta demasiado lejos el bosque.

-Muy bien, que así sea. Pero tenemos un problema.

-¿Quál?

-¿Aún no lo sabes? -dijo con ironía Pachi mientras señalaba al dormido Zorim que roncaba profundamente- Los enanos no se llevan muy bien con los elfos.


Los dos se rieron. Aun así Gri no estaba nada relajado pues un sudor frío recorría su espalda.

A la mañana el grupo se desvió de su ruta, que hiba en dirección noroeste, hacia el norte.

Cavalcaron durante siete días por un camino. Zorim tenía que compartir montura con Gri. Este último no volvió a revivir aquella horrenda pesadilla.


Se dirigían hacia Horns, un pueblecito humano que se encontraba cerca del Bosque de las Bayas.

Quando llegaron al pueblo se hospedaron allí un día y continuaron su camino.


Cuando ya hacian dos o tres horas de camino fue cuando llegaron a la entrada del denso bosque y Zorim estaba visiblemente muy incómodo, no le gustaba la idea de visitar a los elfos.

-¿Dónde estará la entrada? -preguntó Grii.

-No lo se... -le respondió Pachi- Pero algo me dice que es por allí. -dijo señalando hacia un punto lejano del bosque.

-¿Cómo lo sabes? -le dijo Gri.

-¡Bamos! -exclamó Pachi- Has estudiado mágia. ¿Es que no sabes como es la intuición de un mago?

Continuaron hacia el punto que había dicho Pachi. No parecía ser algo diferente al resto.

-¡Elfos! -gritó Pachi hacia los arboles- ¿Podemos pasar?

Estuvieron esperando una respuesta, en silencio.

-¡Identificaros! -grito una voz cantarina.

-Soy el mago Gri -dijo este- El es el mago Pachi y él Zorim de la casa de hierro. Venimos a visitar al Gran Mago, somos amigos suyos.

-¿Un enano? -dijo con desprecio la voz- ¿Creeis que habriremos a un...

-Disculpe, señor -dijo con emfado Zorim- ¡Si usted ttiene algún problema conmigo no se esconda como una apestosa rata y venga aquí!

Los dos jovenes magos trataron de contener al enano, tardaron bastante pero al fin lo calmaron.

-Si queréis entrar -continuó aquella élfica voz- primero tendremos que hablar con el Gran Mago. ¿Que les digo?

-Que los aprendizes de Brambleburr estan aquí. Y que este enano es nuestro amigo y compañero y que no os ará daño alguno -recitó Pachi.

-Esperad aquí -dijo el elfo- Y no intenteis entrar pues os vijilamos.

Esperaron hasta el mediodia. Cuando al fin el elfo volvió.

-He hablado con el Gran Mago. Podéis pasar y os envía a una servidora suya para que os guie hasta él.

De pronto se hoyo un extraño crujido. Las ramas y trancos de dos árboles que tenían delante empezaron a separarse. Era una puerta. El camino hacia la ciudad. El grupo entró.

Les esperaban un grupo de elfos que hablaban entre ellos en su idioma, una lengua que parecia el canto de un pájaro, el sonido de una harpa.

Cuando llegaron junto a los elfos el capitán de ellos les dijo:

-Esta es la enviada del Gran Mago.

La elfa de quién hablaban se les acercó. Tenía el pelo casaño, le caía en cascadas, y no vestía con ropajes de camuflaje cómo el resto de los guerreros sinó que llevaba una túnica gris, la túnica de un mago.

Levantó la cabeza y miró a Gri con sus ojos esmeraldas. Parecía ser jóven y muy bella. Éste la reconoció y se quedó pasmado. Era Larenlië, su amada.

-Hola, me a enviado el Gran Mago -dijo la elfa con su musical voz- Seguidme.

Ella silvó y entonces aparecíó de entre los arbóles un corcel. Montó a él y se fue por el camino. La siguieron.

La elfa parecía ignorar a Gri, cómo si fuera un viajero más. Pero él sabía que no era así, lo había visto en sus ojos.

Pachi se fijó en que Gri estaba preocupado. Le miró a los ojos y éste le devolvió la mirada. Entendió lo que le sucedía.

Siguieron por el camino hasta llegar a la orilla de un río. Había unos elfos que guardaban un puente levadizo. Larenlië habló con ellos y bajaron el puente para que cruzaran.

Continuaron por un camino durante una hora. Alfin legaron a la empalizada que protegía la ciudad élfica de Lemarelán. El portón estaba cerrado. La elfica llamó, y entregó sus pases por una mirilla abierta. Y al fin entraron.

Gri observó que la ciudad no había canviado mucho. La gente seguía viviendo en los árboles.

Los elfos que había en las calles señalaban al enano, con cierto asco. Éste se mantenía altivo y orgulloso.

Recorrieron las calles hasta llegar a la plaza en dónde se encontraba la torre de hechizería y el palacio. Era de piedra, alta y delgada, cómo los jóvenes la recordaban.

Desmontaron y llamaron a la puerta, habrieron y esperaron en el bestíbulo.

En seguida se materializó ante ellos el Gran Mago. No parecía canviado aún tener más de setecientos años.

-¡Bienvenidos, amigos míos! -exclamó- ¡Si que habéis crecido! ¿Cómo os van las cosas?

-Estamos persiguiendo a Drehem... -dijo con frialdad Pachi.

-A, ya... ¿Y qué os trae a la torre?

-Queríamos consultaros algo -dijo Gri- Una premonición.

El elfo pareció interesarse por las palabras de Gri.

-Una premonición... Pues será mejor que paséis a dentro. Siento deciros que no me podré estar demasiado tiempo aquí. Gelgir IV, la reina de los élfos, murió hace dos días ¿Lo sabíais?

-No -dijo Pachi con asombro- ¿Cómo?

-No se sabe aún. Parece ser que de forma natural. Su hijo y heredero, el joven Faluom, me a llamado para que venga a ayudarle a mantener el reino en orden. Me marcho mañana.

Siguieron al mago hasta una puerta de la tercera planta.

Era una pequeña y oscura sala circular, entapizada y llena de cojines.

Se sentaron al suelo.

-Bién, contadme.

Gri le relató su pesadilla. Al terminar todos se quedaron de piedra helados. El Gran Mago empezó a cavilar.

-Si... Parece ser una premonición... Y no muy biena... Aunque no todo lo quue aparece tiene porqué suceder. Suele ocurrir que esto es muy simbólico.

-¿Pero qué puede significar? -preguntó Pachi.

-Varias cosas... -dijo con inseguridad el Gran Mago- Drehem parece que conseguirá imbocar a algún poderoso ser... Un demonio parece ser.

-Pero el demonio que aparece en la pesadilla es enorme i ningun demonio puede llegar a estas proporciones -objetó Gri.

El elfo se quedó un rato sin saber qué decir.

-No conozco de ningun demonio asi... ¡Espera! ¡Claro! En la biblioteca vieja hay una sección en la que se encuentran un montón de libros antiquisimos sin clasificar. Muchos de ellos son de uno de los primeros magos humanos, Grehamus, que se interesó mucho por el campo de lo demoníaco. Registró bastantes profecías de demonios y otras cosas. Podríaismirar allí... Larenlië os ayudará mientras yo no esté.

-Será un placer, mi señor -reverenció la elfa.

-Pues bien -sentenció el elfo- Iré al Bosque de las Estrellas. Espero no tardar mucho. El príncipe Faluom tiene enemigos en la corte. Pero en principio no hay nada que temer. Espero que encontréis las respuestas.

Ya salían de la habitación pero entonces les interrumpió la voz de Zorim, que seguia acomodado en un cojin:

-Disculpadme Gran Mago. Mi pueblo no sabe nada de magia, ni confian en ella. Yo no es que sea una excepción pero... e de deciros algo. Ese ser, sea lo que sea, parece muy poderoso y yo creo que toda la destrucción que aparece en el sueño de él es responsable. Y si ese mago negro consiguie dominarlo como parece... Bueno... si yo fuera él me haría el dueño del mundo. Así que yo aconsejaría que fueramos con pies de plomo.

-Tienes razón -afirmó Pachi girandose hacia el Gran Mago- Señor, deberíamos estar en contacto y avisarnos mútuamente de los sucesos que ocurran.

-Estoy de acuerdo, Gri. Pero que nadie comente nada de lo que aqui hemos hablado y acordado.

-¿Pero y Drehem? -dijo Gri.

-No os preocupéis -tranquilizó el Maestro- Conseguiré algunos magos que lo rastreen y entorpezcan sus pasos.


Esta vez si, salieron de la sala.

Larenlië los gió a cada uno a su habitación. El último fue Gri. Ella se comportó como si nada le ocurriera, mostrandose cordial. La elfa ya se hiba de allí pero Gri aprovechó aquel momento de intimidad para hablar con ella:

-Veo que te vas sin decir nada. -dijo Gri mientras la arrinconaba contra la puerta cerrada.

-Oh, vamos Gri. ¿Pero qué quieres que te diga?

-No sé. Creía qué despues de lo ocurrido te mostraras al menos amistosa. Vale me equivoqué, cometí una estupidez... pero me perdonaste...

-Te perdoné y sigo perdonándote pero... ¡Has crecido tanto!

-Ya no pareces la misma que me dió esto...

El joven se sacó el colgante azul que llevaba escondido entre los plieges de la ropa y se lo mostró a la elfa.

-El colgante... -dijo ella con nostálgia- Aún lo conservas...

-Es lo que me a dado fuerzas para seguir adelante -dijo él acercándose más a ella.

La elfa, de pronto, le dió un empujón y salió corriendo de la habitación. Gri no supo qué hacer. No intentó seguirla. Simplemente se hechó a la cama e intentó descansar aún sabiendo que no podría.

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