viernes, 3 de octubre de 2008

LA ALDEA DE LOS MONSTRUOS

El tercer capitulo:

CAPÍTULO 3: LA ALDEA DE LOS MONSTRUOS

Durante los dos días en que tardaron en llegar a la Aldea de los Ancianos, Gri, además de practicar la percepción mágica, le preguntó el por que del ataque de aquellos seres, los orcos, al Valle, lo que habia sido su hogar. El Maestro le respondió que estos seres habian estado expulsados muchísimo tiempo atrás por los enanos hacia las desoladas tierras del norte y que habían construido un muro defensivo que protejia la única entrada al estas tierras, un largo y estrecho desfiladero.

Por lo que parecía hacia tres semanas los orcos encontraron algún paso de entre las montañas y habian conseguido penetrar en las defensas enanas. Desde entonces se habían librado combates. En realidad, según el Maestro, la tropa de orcos que destruyó su pueblo no era más que una avanzadilla del gran ejercito enemigo que en aquel momento debía empezar a avanzar por el desfiladero hacia las tierras humanas.

-¿Pero por qué vamos hacia la Aldea del los Ancianos? -preguntó Gri al Maestro- Si esta cerca del desfiladero. ¿no?

-Porque vamos a luchar -dijo Pachi secamente.

Gri se sobresaltó. No podia creerlo, no quería luchar, odiaba las guerras.

-¿Y yo también? ¿Pero solo nosotros?

-¡Claro que no! -exclamó el Maestro- En realidad sólo estamos para ayudar. Por lo que hemos visto ya hay un ejercito de humanos que estan a punto de llegar a la entrada sur del desfiladero desde allí tienen intención de contener y expulsar a los orcos. Nosotros pediremos a los humanos si nos dejan ayudarlos. ¡Y tu no lucharas!

-¿Por qu...

-Porque eres demasiado inexperto -saltó el mago- haún no dominas la percepción màgica. Ni tan sólo tienes arma alguna.

-Bueno pues dadme una como la vuestra, Maestro -dijo el muchacho señalando las espadas que pendía de los cinturones del Maestro y de Pachi. Este ultimo se rió.

-¿De que te ries?

-¿Cómo pretendes llevar una espada si nunca has empuñado una? ¡Seguro que no puedes ni sostenerla!

El joven se quedó sin saber que decir. Era orgulloso y ese comentario le hirió.

Pero lo que el Maestro y Pachi desconocían es que Gri había trabajado muchos años en la herreria de su padre, se había pasado horas picando el metal y cargando con él, por lo que había adquirido una gran fuerza física.

-¡No es verdad! -saltó Gri.

-¿A si? -dijo Pachi con ironía- Veamos-lo.

-¡Basta, ya! -gritó el Maestro.

-Disculpadme, Maestro -dijo Pachi- solo quiero saber si él...

-¡He dicho que Basta!

Siguieron un camino durante el resto del día, en silencio. Cuando ya atardecía divisaron a lo lejos una aldea.

-La Aldea de los Ancianos -dijo simplemente el Maestro.

La aldea era un circulo de casas de madera que se reunian alrededor de un edificio central. Alrededor de las casas se levantaba una empalizada de madera de unos tres metros y, alrededor de esta, se desplegaban campos de cultivo de trigo y cebada.

-Maestro -avisó Pachi- Noto que algo no marcha del todo bien en la aldea.

-Si, yo también lo noto -dijo el mago.

Se acercaron con cautela al sitio, no parecía haber nadie allí. Llegaron a la puerta de la empalizada y llamaron. Se hoyó la voz de un hombre:

-¡Quién anda allí fuera!

-Disculpen aldeanos -dijo el Maestro- somos tres humildes caminantes que veniamos a hospedarnos a la aldea.

Apareció en las almenas de encima de la puerta un hombre de unos cincuenta años que les apuntaba con un arco.

-¡Yo no veo que sean simples caminantes! ¡Llevan armas!

-Relajese señor -dijo el Maestro con tranquilidad- ¿Se puede saber que ocurre en esta aldea? Antes este lugar era un sitio pacífico ¡Veo mucho miedo en vuestros ojos!

El hombre dudó un poco y sin bajar el arco dijo:

-Hace ya dos semanas llegó un monstruo a la aldea, durante la noche. Destrozó una de las casas y se llevó a todos sus habitantes. No hemos volvido a saber nada sobre ellos. Desde entonces los ataques de ese enjendro se han sucedido noche tras noche y casi siempre se lleva a alguien a su escondite. Reforzamos esta empalizada que utilizabamos contra los lobos pero no es suficiente ni nuestras herramientas de trabajo le hacen daño.

-Lo siento por la gente que han perdido, de veras -dijo el Maestro- Yo puedo ayudarles.

-¿Cómo? Nosotros no hemos podido.

-¿Saben que tipo de criatura es? -le preguntó Pachi al aldeano.

-No.

-¿Podría describirlo?

-Bueno... Cómo ataca de noche no podría describirlo mucho. Es un ser de unos tres metros bastante corpulento y sigiloso. Parece que tiene una gran fuerza porque destrozó la puerta de una de las casas casi sin tocarla. -el campesino calló por un momento, se podia leer el miedo en su rostro- Lo que si que todos hemos podido ver es que tiene una nariz enorme.

El Maestro y Pachi se quedaron pensativos un momento

-Maestro, pareze que el hombre describe a un troll.

-Si, eso parece. Puede ser un troll de los orcos.

-Si, podría ser...

El Maestro miró al homre que segua apuntandoles con el arco.

-Aldeano, no temas más pues somos unos magos y nosotros os liberaremos del monstruo que os acecha.

El campesino se quedo petrificado.

-Oh, disculpe mi señor... No sabiamos que... ustdes fueran magos.

-No os haremos ningún daño. Venimos para ayuidaros. ¿Quereis nuestra ayuda?
El aldeano desapareció. Los tres viajeros esperaron en silencio. Gri habia oydo hablar de los trolls en cuentos en que reptaban a los niños para comerselos y ahora resultaban ser tan reales como los magos.

Se oyó un chirrido y la puerta se abrió

Cenaron en la casa del hombre que había hablado con ellos en la empalizada que era el alcalde del sitio.

Cuando terminaron de cenar, el Maestro y Pachi empezaron a grabar en todas las puertas de las casas un signo muy extraño, Gri los observaba con curiosidad:
-¿Para qué sireve este garabato, Maestro?

-Es un signo màgico. Crea una barrera que el monstruo no podrá cruzar.

Cuando ya habían terminado con todas las casas el único hombre que haún permanecía allí con ellos, el alcalde, dijo:

-¿Ya han terminado señores?

-Si -dijo el Maestro- ¿Podría llevarse a mi aprendiz Gri a su casa por favor? El joven es demasiado inexperto en la màgia.

-Como desee señor.

-Eh, pero Maestro -exclamó Gri- ¿Por qué no puedo quedarme aquí?

-Porque un troll es un rival demasiado fuerte para ti -dijo Pachi.

-Pero...

-¡No, Gri! -dijo el Maestro con voz severa- ¡Tú te quedaras en la casa del alcalde y no se hable más!

Gri se fue con el alcalde a su casa. Estaba enfadado con el Maestro y Pachi. ¿Por qué no confiaban en él?

El joven fue a una ventana junto al alcalde desde donde podian ver al Maestro y a Pachi en la plaza, quietos, empuñando sus espadas. Era una noche fría y oscura. Había niebla en la zona.

Esperó durante mucho tiempo a que ocurriese algo, no habia el menor ruido. Cada segondo se hacia más largo que el anterior.

Y de pronto de entre las sombras de detras de los dos guerreros, saltó una figura monstruosa que chillando los pilló por sorpresa.

Era un ser de unos dos metros muy corpulento. Estaba desnudo y sólo lo cubría una fina capa de pelo. Su cara era la de un ser deforme destacando sobretodo su gran nariz. Sus brajos casi rozaban el suelo y sus manos lucían unas grandes zarpas.

Los dos magos pronunciaron una sèrie de hechizos pero el monstruo los esquibaba con rapidez. Intentaron asestarle golpes con sus espadas pero las ojas casi no le cortaban nada más que un poco de piel.

Estaba claro que la lucha era muy igualada. Los dos guerreros asestaban golpes y lanzaban echizos que obligaban al onstruo a defenderse, ya que en el cuerpo a cuerpo sus brazos parecian mortales.

Pachi lanzó una serie de echizos que obligaron al troll a defenderse del aprendiz. Mientras eso sucedía, el Maestro aprovechó la distracción del monstruo para acercar-se más a él. Pronunció una fòrmula màgica, apuntando al troll con la mano, pero la béstia se percató del mago y le dió una patada antes de que este pudiera hacer un echizo defensivo. El hombre salió despedido hacia el otro lado de la plaza e impactó contra la pared de una casa.

Gri no pudo contener un grito de horror. Queria ayudar pero no podía.

De mientras el troll empezaba a ganar ventaja sobre Pachi que, aun ser muy fuerte, se le hiba agotando la energia màgica.

Entonces Gri vió claramente que Pachi no podía ganar sólo. Él debía actuar. Pensó en cómo podia ayodar a Pachi. Y se le ocurrió una idea.

-¡Señor! -dijo el joven al alcalde- ¡Por favor! ¿Tiene algun trozo de cuerda por aquí?

-Si ¿por que...

-¡Es algo muy importante! ¡Rápido, demela!

El hombre obedeció sin rechistar y le trajo una cuerda bastante larga. Gri la cojió y salió deprisa de la casa.

El combate estaba cada vez más desigualado, a Pachi le empezaban a fallar los echizos.

Gri estudió a su alrededor. El troll había arrinconado a Pachi hasta la pared de una casa de una sola planta. El joven se deslizó entre las sombras, hasta llegar a la parte trasera de la casa. Saltó y se agarró a las tejas de pizarra del tejado y se subió en él.

Llegó al otro lado, justo sobre Pachi y el troll. Calculó la distáncia y saltó.

Cayó justo sobre la cabeza del monstruo y se agarró a su cuello. El troll no sabía que había en su cuello e intentó zafarse del muchacho pero este se encontraba en un punto muerto.

Gri no esperó más y rápidamente pasó la cuerda por el cuello del monstuo y empujó. Lo estaba estrangulando.

El ser gritaba de dolor. Intentó sacarselo de encima moviendo los brazos pero no llegaba a tocarlo. Gri hizo un nudo y apretó haun más la cuerda.

Entonces Pachi alzó las manos apuntando al troll y pronunció un echizo. De sus manos brotaron un gran rayo de energia que impactó contra el pecho del monstruo.

Este hizo un terrible grito de dolor, se tambaleó durante unos momentos y cayó de espaldas. De poco le fue a Gri de no morir aplastado porqué saltó en el último momento hacia un lado.

Cuando el monstruo cayó al suelo, muerto ya, levantó tanto polvo que los dos jovenes casi se asfixiaron.

Los dos jovenes se miraron, exaustos.

-Te he juzagado mal -reconoció Pachi.

-Y yo pensé que eras mucho más fuerte -replicó Gri- ¡Oh, no el Maestro!

Los dos entonces se acordaron del mago que seguia tendido en el suelo y corrieron para socorrerlo.

-¡Maestro! -gritó Pachi.

En un principio temieron lo peor pero vieron que empezaba a abrir los ojos.

-¡Maestro! ¡Despierta!

-¡Q-que ha pasado? -dijo el mago con dificultad, le costaba respirar.

-¡Que hemos vencido! -exclamó Gri.

Los aprendizes ayudaron al hombre a incorporarse. No estaba herido pero si muy aturdido. Lo llevaron a la casa del alcalde y lo echaron en una cama. Cuando ya se había recuperado del golpe los aprendizes le contaron lo que había ocurrido. Cuando terminaron, el Maestro miró a Gri a los ojos y le dijo:

-Muchas grácias. Nos as salvado del troll, as demostrado ser listo e inteligente, sin duda serás un gran mago. Pero no vuelvas a desobedecer una orden mía porqué puede que no tengas tanta suerte la próxima vez ¿Entendido?

-Si, Maestro.

En aquel momento empezaron a alzarse los primeros rayos del Sol. Amanecía en la aldea.

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