martes, 23 de diciembre de 2008

PREGUNTAS SIN RESPUESTA

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CAPÍTULO 12: PREGUNTAS SIN RESPUESTA

-¡Muéstrate! -repitió Gri.

De pronto se encendió una luz. Todos quedaron alumbrados durante unos momentos. Al fin se adaptaron al lugar.

El techo de la choza era bastante bajo y de el colgaban un montón de hierbas de diferentes clases. En las paredes habían estanterías llenas de pocimas y objetos para elaborarlas. En el centro quemaba una hoguera en dónde había puesto una marmita con un extraño líquido. Destrás de esta había alguien sentado en el suelo con las piernas cruzadas que hechaba una mezcla viscosa.

-Hola a todos... Será mejor que me presente -dijo la figura levantando la cabeza del fuego.

Quando todos la vieron se quedaron asombrados. Era una mujer pero no era ni elfa, ni humana, ni enana. Pero era muy bella, de faciones suaves aunque a la vez algo toscas, vajita pues no llegaba al metro y medio. Tenía la piel un poco oscura y sus cabellos eran largos y de colores verdes y marrones y se entrelazaban como si fueran raízes de árboles. Sus enormes ojos eran violetas y vestía con una ropa hecha de hojas secas. Daba un aspecto salvaje.

-Me llaman Aldwendë, la Doncella de los Árboles, una hada cómo decis en vuestra tierra. Antaño fui la Dríade de todos los bosques de la isla, su protectora. Ahora sólo soy la de éste...

-¿Cómo es que sabes nuestro idioma? ¿Cómo has sabido mi nombre? -preguntó Gri.

-No soy una simple hada. Tengo poder para verlo todo, todo. Yo he visto las cosas del pasado, estoy viendo las del presente y he visto las del futuro... Lo se todo...

-No puede ser -dijo el herido Pachi- se necesitaría un óculo para verlo y nunca se puede ver todo pues el artilújio no lo permite. Además para saberlo todo tendríais que escribirlo en un libro para no olvidarlo y en esta habitación no cabría.

-Eso es lo que creéis vosotros. No necesito óculos para verlo pues mis ojos hacen su trabajo. Ni tampoco necesito libros pues mi cabeza puede recordarlo todo.

-Imposible...

-Te recuerdo, Pachi, que yo no soy de vuestras espécies, soy diferente -respondió la hada.

El chico se quedó helado.

-Todos habéis venido por algo. Todos tenéis preguntas sin respuesta. Yo puedo responder algunas pero otras las mantendré calladas pues ya averiguaréis las respuestas en el futuro. Y todos compartís un objetivo común. La cuerna. ¿Sabéis a caso que es?

Negaron con la caveza.

-La cuerna es una fuente de energía mágica. Sirve igual que serviría una varita mágica o un báculo sólo que tiene el poder de canalizar un flujo de mágia mucho, muchísimo mayor. Vosotros no tenéis el poder de utilizarla y no lo haréis pues la energía es tan grande que moríriais en el intento y podríais causar daños a gran escala si se descontrolara. Pero no os preocupéis pues alguen si la usará.

Ahora descansad pues estáis agotados. Mañana vuestras preguntas tendrán respuesta y podréis ir en la búsqueda de la cuerna. Pachi se quedará conmigo esta noche. Miraré de sanar tus heridas aunque te advierto que nunca se curarán del todo. Los guárdias que están a fuera os conducirán a vuestras dependéncias. Buenas noches.

Todos le dedicaron una reverencia y le desearon buenas noches y se fueron, dejando a Pachi allí.

A la mañana siguiente, después de tomar un buen desayuno de frutos silvestres, salieron de la cabaña que les habían cedido y se dirigieron otra vez a la choza de Aldwendë. Allí estaba la ninfa con un renovado Pachi pero con los ojos entristecidos por algo. Los viajeros le dedicaron una reverencia y se sentaron alrededor del fuego.

-Buenos días a todos... ¿Supongo que cada uno tenéis una pregunta que os ronda por la cabeza?

-Así es, mi señora -dijo la elfa.

-Pues preguntadme...

-¿Cómo era nuestro pueblo antes? ¿Que ocurrió aquí y que eran los seres que nos atacaron? ¿Porqué nuestro pueblo emigró hacia Orvingut? -questionó Larenlië.

-No os relataré toda la história pues para cuando acabe vuestros cabellos se habrán emblanquezido pero os la resumiré:

Hace muchos milenios aparecieron los elfos en esta isla. Tenían una gran inteligéncia y pronto desarrollaron una sociedad muy compleja y ordenada. Éste lugar fue llamado Anar Tol, que en elfo antiguo significa la Isla del Sol. Era llamada así porqué fue la cuna de vuestra civilización. Aunque antes de su llegada este sitio ya estaba habitada por toda clase de criaturas. Había entonces más gente de mi espécie. Ahora yo soy la única que queda en esta isla...

Se construieron ciudades portuárias y terrestres, en los bosques. Cada una era una ciudad-estado, con su cultura y recursos naturales. No habían conflictos pues todas ellas mantenían muy buenas relaciones. En aquellos tiempos los elfos desccubrieron la mágia. Fueron tiempos felices...

Pero ocurrió que con el descubrimiento de la mágia hubo un ambicioso mago al que le llamaron Sávaurë. Fue sin duda uno de los más grandes de su tiempo pues descubrió y perfecionó muchos hechizos. Además descubrió otras cosas fuera de la mágia como en biología y herbología. Grácias a todo esto y mucho más llegó a presidir el llamado Consejo de Magos, la misma organización que tenéis en vuestras tierras.

Aún así no fue suficiente para él y quiso más y más. Su orgullo fue tan grande que le corrumpió.

Hizo el descubrimiento de las armas, consiguió un ejército y guerreó contra unas cuantas ciudades. Fue vencido pero las armas no desaparecieron y transmitió su mal a otros muchos elfos.

Las guerras continuaron muchos siglos. Fueron tan destructivas que muchas ciudades quedaron como la que vosotros desenbarcastéis, destruidas, abandonadas... Muchos bosques desaparecieron, pasto de las llamas... Los ríos y mares se convirtieron en aguas putrefactas... Todo se secó... Hasta la mágia que antes había aqui ahora a desaparecido. Sólo perdura en este bosque...

Los elfos que no quisieron intervenir decidieron huir en barcos. Los que lo consiguieron se establecieron en Orvingut. Pero otros decidieron quedarse y se refugiaron en los bosques para proteger su tierra. Éste bosque que pisáis es el último reducto de estos elfos. Lo llaman Nör Taurë, el Bosque Sagrado. Tenemos unas quantas comunidades dispersas entre los árboles. Y nos defendemos de los malditos...

-¿Quiere decir los elfos? -preguntó Larenlië.

-Si -respondió la hada- Los elfos que os atacaron en la ciudad están malditos. Se maldijeron a si mismos y ahora no son más que sombras de lo que fueron. Les llamamos Úmëa Quendë, los Elfos Malignos o Oscuros. Además durante la guerra algunos magos que huyeron maldijeron a algunos de los Elfos Oscuros con un tipo de licantropia, diferente a la que padece la gente de Orvingut.

-¿Cómo es de diferente? -preguntó Pachi.

-La licantropía de aquí es diferente. Una vez te transformas ya no vuelves a tener tu anterior cuerpo. Los lobos que os atacaron padecían esa licantropía. Ahora son aliados e incluso algunos les sirven de monturas a los Elfos Oscuros. Esto es todo lo que os puedo contar sobre el pasado élfico cultura. Espero que estés saciada, Larenlië.

-Así es...

Recuerda esto, hija, -dijo la Aldwendë- No te ofusques de lo hechos que te hayan sucedido vive el presente, planifica el futuro...

La elfa se quedó sin habla.

-Disculpe señora -preguntó Pachi muy nervioso- ¿Quando tardará en... ya sabe? ¿Me ocurrirá lo mismo que a ellos?

-No, no te ocurrirá lo mismo. Será al siguiente plenilunio. Sufrirás, si, pero tienes suerte de venir de un mundo diferente. Además si haces lo que te dije con el tiempo mejoraras hasta poder controlarla. Con el tiempo verás que en realidad es un don que te ha regalado la naturaleza...

Pachi respiró algo aliviado. Los otros no entendían de que hablaban. Decidieron dejarlo por más adelante.

-Yo también desearía preguntar algo -dijo Zorim- ¿Podré regresar algún día a mi hogar?

-No puedo responder tu pregunta. Sólo té diré que tus acciones presentes pueden afectar el futuro enormemente...

Zorim pareció algo confuso y se quedó pensativo ante aquella frase por lo que no escuchó la pregunta de Fulmuën:

-Mi señora ¿Qué será de mi? ¿Que me ocurrirá?

-Veo en tu futuro grandes pasos... Serás recordado por muchos... Nada más puedo decirte sólo que no te corrompa la envidia... ¿Y tu Gri? ¿Deseas preguntarme algo?

-La verdad es que si... -dijo el joven mirando a los ojos de la ninfa- ¿Conseguiré recuperarla?

Esta vez nadie entendió su pregunta menos la Doncella de los Árboles. Lo miró y sonrió:

-Si persigues tu objetivo, si luchas por él, al fin serás recompensado... Ten en cuenta que cuándo llegue el momento deberás mirar al pasado para corregir el futuro...

Gri no comprendió las palabras de Alwendë.

-Y ahora todos queréis saber cómo conseguir la cuerna. ¿Cierto?

El grupo asintió.

-Yo no podré ayudaros vosotros tendréis que ir al bosque, esta tarde. Allí la encontraréis.

-Pero es imposible encontrarla -dijo Gri- Éste bosque es enorme.

-Sólo os diré una cosa: No soys vosotros los que tenéis que ir a su encuentro, ella vendrá a buscaros. Pero la cuerna sólo se mostrará ante alguien cuando ese alguen se enfrente a sus temores y demuestre bondad...

-¿Cómo? No lo entiendo... -dijo Gri.

-Busca en tu interior y encontrarás la respuesta...

Aún se quedaron más confusos ante las enigmáticas palabras de la ninfa.

sábado, 20 de diciembre de 2008

LA LLEGADA AL BOSQUE

11 cap.:

CAPÍTULO 11: LA LLEGADA AL BOSQUE

Amba-má! -repitió aquel ser que se medio escondía en la oscuridad.

-¿Se puede saber que dice? -preguntó Zorim.

-Esta hablando en elfo... no lo entiendo muy bien. Parece el idioma antiguo -contestó Larenlië.

El atacante les volvió a exigir aquella frase. Se hoyan más aullidos de los lobos.

-Me parece que lo entiendo, dice algo así como: "manos arriba".

-Deberíamos hacerles caso, maestra -sugirió Fulmuën.


-Intentaré comunicarme con ellos -dijo la elfa.

-¿No crees que nos matarán? -dijo Gri que estaba atendiendo a Pachi.

-Confiad en mi, algo me dice que no.

Empezó a ablar con el jefe:

-Mermára. Our tôl athgaer. Ned min fein ost maethors Eledh maeth our. Ad ned acu amons daer-garaf. Our antadôl, hîr...


Larenlië les dedicó una reverencia. Los otros entendieron y la imitaron, excepto el caido Pachi.

Dos de los arqueros empezaron a susurrar algo. Luego le preguntaron algo a la elfa pues ella contestó con vehemencia. Después se dejaron ver a la luz de la luna.

Eran bastante altos y caminaban rectos. Se cubrían con ropajes verdes y marrones y llevaban capas con unas capuchas que les ocultaban la cara. Empuñaban largos arcos cargados con unas flechas, las puntas de las cuales brillaban como la plata.

-Dejadles que os quiten las armas -dijo Larenlië a los otros- son elfos...

Los arqueros se les acercaron. No se resistieron. Uno de ellos fue al lado de Pachi y examinó su herida. El capitán se descubrió la capucha y mostró la cara de un elfo, no cómo aquellos oscuros que los habían atacado, sinó la cara de un rubio y pálido que mostraba en sus ojos signos de mucha vejez y cansancio pero no le vieron maldad alguna. Larenlië fue a hablar con él. Estuvieron unos momentos discutiendo. El resto de viajeros no se enteraban de nada de lo que decían pero al fin pareció que el elfo se rindió y empezó a dar órdenes a sus hombres.

Pachi le habían vendado el brazo con una tela y Gri lo ayudó a levantarse. Larenlië se acercó a ellos:

-Cojed buestras cosas, no nos sobra el tiempo.

-¿A dónde vamos? -preguntó Zorim.

-A su hogar...

Rápidamente cogieron todo su equipaje y siguieron al grupo de elfos que les escortó por un pasaje entre aquellos angostos montes.

Continuaron un buen rato corriendo. Los lobos volvían a acercarse.

Entonces el camino empezó a bajar lentamente. Al fin abandonaron los nebulosos cerros. Delante de ellos se extendía un campo que acababa de súbito en una gran mole de algo que parecían arbustos desde dónde eran.

Atravesaron el campo y cuando llegaron cerca de éstos "arbustos" se dieron cuenta de que en realidad eran enormes árboles y que la noche confundía sus ojos. Estaban delante de aquel enorme y denso bosque.

El grupo se fijó en que se habian parado delante una alta estatua muy extraña que brillaba bastante con la luz de la luna. Representaba a un cuerpo humanoide, tallado en madera, delgado, con la cabeza un poco desproporcionada, los pequeños brazos levantados y con la boca y los ojos abiertos como platos.

El capitán elfo puso la mano delante de aquel fetiche e hizo un movimiento con la mano mientras susurraba algo. De pronto los ojos de la escultura emitieron una fuerte luz roja. Zorim dió un salto hacia atrás. La estatua estuvo así durante un rato hasta que sus ojos cambiaron de repente al color verde y luego se volvieron a apagar.

-Uo cal lelya arta-taurë -dijo el elfo girándose hacia ellos.

-¿Que ha dicho? -preguntó Gri.

-Que podemos ir por sus bosques -le respondió la elfa.

Los elfos cruzaron el linde, los viajeros les siguieron en fila india por un estrecho sendero.

Al principio todo era oscuridad pero, de pronto, empezaron a aparecer unas pequeñas luces blancas a izquierda y derecha, entre los arbustos, encima de las altas ramas de los árboles, que se movían.

Se fijaron más y cuando se adaptaron a aquellas lucecitas se quedaron impresionados. Eran unos hombrecitos blancos cómo que no debían superar los 30 cm de altura. Sus cabezas eran muy grandes comparadas con sus cuerpos. Parecían más estátuas vivientes que no personas pues no tenían signos de musculatura. Sus caras tenían solo tres puntos negros, los ojos y la boca. Caminaban tranquilamente y parecía que les siguieran, cada vez eran más.

Aún que no tenían ninguna expresión en sus caras a todos les contagiaron un pequeño sentimiento de felicidad indescriptible que les daba ánimos.

-¿Qué son esas cosas? -preguntó un desconfiado Zorim.

-¿Lath ned? -dijo la elfa transmitiendo la pregunta al capitán.

-Ned minë Linyenwataurë... -respondió el elfo.

-Dice que son los Espíritus del bosque, sus guardianes -tradujo Larenlië.

Siguieron así durante un tiempo que no supieron contar, atravesando claros y arroyos. Los espíritus ahora caminaban a su lado, saltando y brincando obstáculos con mucha grácia.

Y al fin entraron en un gran prado circundado por enormes árboles que formaban un anillo. Los espíritus no les siguieron más i regresaron a la oscuridad.

Los cinco viajeros se quedaron asombrados. La luna reflejaba su plateada luz sobre sus claros arroyos, sus tranquilos estanques, sus altos montículos cubiertos de flores.

-Es precioso... -susurró Fulmuën.

Algunos elfos que andaban por allí se acercaron a ver los extranjeros. Pronto estaban rodeados de curiosos elfos que los miraban con asombro. Uno de ellos, empuñando una lanza, se abrió paso entre la multitud y se plantó ante el capitán elfo.

-¡¿Lath ned ims?! -exigió el lancero.

-Ned atta quendë. Ut on ista-ned lath ims celva. Linyenwataurë quetlelya. Quet tul tere ëar... -respondió el capitán.

Muchos de ellos se quedaron pasmados con la respuesta del elfo.

-Larenlië, diles si podemos hablar con quién los dirija -dijo Gri.

-Our mer haryaquet yo yur cáno -dijo la elfa.

Los elfos estaban cada vez mas asombrados. No paraban de repetir: "cal quet". El lancero lo pensó unos momentos pero al fin dijo:

-Mára. Tul yo-me.

-Parece que si... -dijo Larenlië.

El elfo se fue por el prado y ellos le siguieron, escortados por el capitán y sus hombres, y con una procesión de elfos.

Recorrieron aquel mágico lugar. Habían un gran grupo de casa hechas de madera juntadas al lado de un río que cruzaba el lugar. Pasaron el pueblo y treparon por un montículo hasta la cima. Allí había una choza la puerta de la qual estaba vijilada por dos elfos.

El lancero habló con ellos, abrieron la puerta y entraron. Al cabo de un momento volvieron a salir y le dijeron algo al lancero. Luego el elfo le habló a Larenlië.

-¿Qué dice? -preguntó Pachi.

-Sólo podemos entrar nosotros, nada de guárdias.

Así pues entraron, sin su escolta, los viajeros a la oscura choza. Nada más que el último de ellos entró la puerta se cerró de pronto. Todo se volvió oscuro.

-¡No! -gritaron todos.

Zorim trató de abrirla.

-¡Es inútil! -exclamó el enano.

Se hoyó un crujido justo en el otro lado. Todos aguantaron la respiración.

-¡¿Quién anda allí?! -se atrevió a preguntar Gri.

-Veo que me tenéis miedo... -dijo una voz femenina- No os preocupéis que no muerdo.

-Hablas nuestro idioma... ¿Quién éres? -preguntó Gri- ¡Muestrate!

-Os he estado esperando a todos desde hace mucho tiempo... -respondió la voz- Bienvenido a mi humilde casa Gri.

El joven contuvo el aliento.

viernes, 19 de diciembre de 2008

LOS CERROS

capitulo 10:

CAPÍTULO 10: LOS CERROS

Tras dos dias de recuperación, Gri volvió a encontrarse bien. Ya no tenia fiebres y se movía y andaba pero aún así estaba un poco tocado. Eso si, estaba impaciente por encontrar el cuerno.

La misma noche del segundo día de su recuperación acordó con los otros magos y el enano que partirian al amanecer.

-Pero si ni siquiera conocemos este lugar, ¿Como la encontraremos? -questionó Pachi.

-Con el corazón... -dijo la elfa.

Pachi entendió sus palabras.

Al siguiente amanecer los cinco viajeros estaban en la entrada del astillero, con comida para siete días y armas. Se disponían a salir quando el capitán apareció:

-Señores... Tengan quidado en esas tierras... ya casi no nos queda comida...

-Tranquilo -dijo Larenlië- Tened cuidado vosotros pues los monstruos pueden volver. Si no regresamos dentro de siete dias iros de aquí y tendréis una história que contar...

Gri le lanzó al hombre un saquillo y, apoyandóse en un bastón, partió de allí. Los otros lo siguieron. El capitán lo abrió y descubrió un montón de monedas.

Salieron de la ciudad, esta vez por la Puerta Este. Empezaron a vagar por los deserticos llanos.

-¿A dónde vamos exactamente? -preguntó Fulmuën, rompiendo el silencio.

-Lo cierto esque no lo sé... -dijo su maestra.

-Deberíamos buscar algún montículo para explorarlo todo -siguirió Pachi.

-El problema es ése. Aqui casi no hay montículos... -respondió Gri.

No pararon hasta el mediodía para comer un poco. Aquel pescado sabía un poco mal y encima el calor se ensañaba con ellos. El sol era naranja y parecía mucho más grande delo normal. Siguieron caminando.

Ya estaban próximos al atardecer cuando, al fin, los agudos ojos de Fulmuën divisaron algo en el horizonte.

-¡Hay un montículo!

-¿En serío? -preguntó Zorim.

-También yo lo veo -contestó Larenlië- Imagino que llegaremos allí en... un par o tres de horas de horas.

La elfa no erró en sus estimaciones y cuando el sol acababa de expirar llegaron al píe de aquella colina.

Subieron a ella y montaron allí el campamento y organizaron los turnos. No encendieron un fuego pues no querían ser vistos ni tampoco cenaron ya que no querían que el olor del pescado atrayera a algunos molestos seres. Las noches eran bastante frías.

Cuando despertaron, al nacimiento del sol, vieron el paisaje.

A sus espaldas, en el Oeste, vislumbraron el mar y una pequeña mancha blanca, la ciudad. A su izquierda, el norte, la costa continuaba paralela a unas marrones montañas un poco desordenadas mientras que a su derecha, el sur, no había más que playas y planicies. En todos esas direcciones veían arboles secos, alimañas arrastrándose por el suelo, pájaros carroñeros... Todo parecía un lugar muerto.

En canvio delante de ellos, el este, vieron que en el fondo vieron un gran bosque. Incluso desde dónde eran pudieron ver un color que casi no encontraron en el resto de sitios, el verde de las ojas. No era un verde puro pero les dío esperanzas.

-Creo que es allí -dijo Gri.

-Que haya ojas verdes quiere decir que almenos habrá agua -afirmó la elfa.

-Y también bichos que no querrán que la bebamos -respondió el enano.

-Es cierto... debemos vijilar... -dijo Pachi.

-Este bosque...

-¿Que pasa, Gri?

-Hay algo extraño en él...

Continuaron otro día más hacia el bosque. Esta vez tuvieron la suerte, o eso creyeron, de encontrar unos cerros llenos de colmillos de piedra afilados como cuchillas que con sus sombras les protegían un poco del calor. Al parecer si conseguían cruzarlos estarían a pocos quilómetros del bosque.

Se atrevieron a hacer un pequeño fuego para calentar el pescado.

Dedicaron el resto del día a cruzar los montes pero entonces empezaron a descubrir que con sus escarpadas formas contruían una espécie laberinto. Costaba bastante avanzar pues a veces descubrían que caminaban en circulos pues aquellas piedras les engañaban y no pasaban por debajo ya que estaban inundados de infectos lagos llenos de pudridumbre.

Llegó la noche...

Había luna llena y de las aguas pantanosas empezaron a brotar unas apestosas nieblas que dificultaban aún más a los viajeros. Pero decidieron continuar igualmente ya que no les gustaban aquellos cerros y querían salir de allí cuánto antes.

El grupo andaba agarrado a las paredes de su izquierda pues al otro lado se encontraba un accidentado barranco. Gri hiba a la delantera, seguido de Larenlië, Fulmuën y Zorim y a la retaguardia estaba Pachi, vijilando.

De pronto se hoyó un estruendoso crujido y el suelo que pisaba Gri desapareció. Intentó agarrarse a algo pero no pudo. Sintió como su cuerpo rodaba e impactaba contra las rocas. Y sintió como recibía un tremendo golpe en su espalda contra algo duro que paró la caida.

Se sentía entumecido por el dolor, la cabeza le daba tombos y lo veía todo borroso.

Al fin consiguió sobreponerse y se levantó apoyándose con la roca que lo había salvado. Se enjugó la frente de la sangre que tenía. Entonces hoyó el eco de los gritos de los otros:

-¡Fulmuën! ¡Gri! -gritaban.

-¡Estoy aqui! -respondió con dificultad.

-¡Gri! -exclamó la lejana voz de Pachi- ¿Estás bien?

-¡Ahora que lo dices no demasiado! ¡Al menos puedo andar! ¿Qué ha pasado?

-¡Se ha derrumbado parte del camino! -respondió Zorim.

-¡Bajad aquí! -suplicó el humano.

-¡Es imposible! ¡Las paredes son demasiado empinadas! -dijo Zorim- ¡Estamos buscando otro lugar para bajar!

-¡¿Y dónde esta Fulmuën?! -gritó Larenlië

-¡Qué! -dijo con preocupación Gri- ¡¿También ha caido?!

-¡Si!

-¡Mierda! -maldeció el accidentado- ¡Fulmuën! ¡Fulmuën!

Sintió unas piedras que caian a sus espaldas. Se guiró desenfundando su espada. Se hoía un apagado gemido. Gri corrió allí.

Consiguió distinguir al elfo, medio enterrado por un montón de piedras. El mago le desenterró con rapidez y lo tuvo en sus brazos.

-¡Fulmuën! ¡Contesta!

El elfo abrió los ojos. Tenía la nariz rota y sangraba por varios lugares

-¿Que ha pasado?

-Ambos hemos caido por el barranco... No te preocupes... saldremos de aquí ¿Puedes moverte?

-No lo sé, espera...

El elfo intentó mover sus miembros. Le costó un poco pero lo logró.

-Bien... Venga vamos -le animó Gri ayudándole a levantarse y a andar- ¡Eh! ¡Lo encontré, está bien!

Gri recojió sus equipajes. Justo entonces todos oyeron un aullido provinente de algun lugar entre las montañas. Le respondieron más aullidos. Eran horribles gritos que parecían expresar todos los males.

-¡Por todos los dioses! -exclamó el enano- ¡¿Qué diablos es eso?!

-¡Parecen lobos! -dijo Pachi.

-¡Sea lo que sea estamos en su terreno! -dijo la elfa- ¡Salgamos de aquí!

-¡¿Y nosotros que?! -gritó Gri.

-¡Continuad siguiendo la pared por la misma dirección! -gritó Pachi- ¡Mirad de encontrar algun lugar para subir!

-¡Venga Fulmuën! ¡Sigueme!

Empezaron a correr paralelos a la pared estando atentos de oir los pasos de sus amigos encima de ellos. Se encontraban con charcas de barro y el frío les hacia mella. Los aullidos estaban cada vez más cerca de ellos.

Pasaron un buen rato así. Los perseguidores estaban muy cerca. El elfo y el humano empezaron a notar cómo el terreno hiba subiendo y se esperanzaron.

Y aún más contentos se pusieron cuando llegaron otra vez a arriba. Siguieron corriendo por un estrecho camino que estaba rodeado por rocas

-¡Hemos vuelto a subir! -exclamó Gri.

Se extraño al no oir su própio eco pero aún más de no recibir respuesta.

-Paremos un momento... -le ordenó al elfo- ¿Oies algo?

-No...

Se quedaron en silencio. Sentían los pasos de sus amigos pero cómo algo muy, muy lejano, casi imperceptible.

-¡¿Pachi?! ¿¡Larenlië?! ¿¡Zorim?! ¿¡Dónde estáis?!

Les llegó una respuesta muy lejana de alguno de ellos que no supieron descifrar.

Pero de repente oyeron un rugido muy cercano a sus espaldas. Una de aquellas bestias debía haberles seguido.

-¡Corre!

Huyeron de aquel ser por los laberinticos caminos que se entrecruzaban. Ya no sabían a dónde hiban. Sólo querían escapar de aquel perseguidor. Unos rápidos pasos se les acercaban.

Se quedaron horrorizados. El camino moría en un callejón sin salida.

-¡Mierda! -maldeció Gri.

Se guiraron. Delante de ellos ácababa de llegar un enorme lobo. Gri había visto lobos quando vivió en el Valle eran seres salvajes pero inofensivos excepto si estabas en su territorio pero aquel lobo era muy diferente.

Debía ser el doble de grande que uno de normal, de pelaje negro como el carbón y muy denso. Su boca babeaba espuma y una pegajosa saliva. Sus brillantes ojos estaban teñidos de sangre. Pero lo más terrible era el aura que emmanaba, algo malo le rodeaba.

Les enseñó los colmillos y gruñó. Acto seguido tiró la cabeza hacia atrás y aulló con fiereza. Le respondieron dos aullidos muy próximos. Al cabo de pocos instantes, dos lobos más habían llegado a su lado, gruñendo a los magos.

Gri desenfundó su espada y se protegió con el escudo mientras que Fulmuën se puso su cuchillo en la boca, cargó una flecha en su arco y la soltó.

Se hundió en el ojo de el primer lobo pero éste solamente gimió un poco y se sacó con una zarpa el proyectil. La herida se sanó. Comprendieron entonces que esos no eran lobos corrientes.

-¡Fuera de aquí alimañas! -imperó el humano.

Las fieras soltaron unos gruñidos que al joven le parecieron que querían ser unas carcajadas. Soltaron más aullidos triunfales, flexionaron las piernas y se lanzaron sobre las presas.

Dos de ellos se lanzaron contra Gri que se defendía con su redoma. Otra felcha del elfo se clavó en el pecho del tercero pero tampoco le dañó.

El humano le cortó una pierna a uno de ellos pero le volvió a crecer al cabo de poco. El otro lobo aprobechó el instante en que estuvo desprotegidoo para lanzarle un zarpazo.

Gri salió volando e impactó contra una roca. Uno de los lobos saltó encima de él. Sintió la presión sobre su pecho. Las mandíbulas del animal se empezaron a cerrar alrededor de su cuello, destilando una fuerte peste. Pero el otro no se dió por vencido y le agarró los colmillos.

Empezó a perder fuerzas cuando el lobo caió hacia un lado. Gri vió que Pachi estaba agarrado en su lomo blandiendo su espada. El animal intentaba zafarse de él. Otro lobo fue a socorrerlo.

Gri se levantó, saltó sobre ese otro y hundió el hierro en su espinada. Sólo durante un momento miró a su alrededor para ver a Larenlië y a Zorim como les ayudaban

Pachi aprovechó una distracción de su rival para hendirle la espada dentro de su garganta. No fue lo bastante rápido. El lobo cerró sus dientes sobre su brazo antes de que pudiera sacarlo.

Rugióó de dolor. Sentía cómo los colmillos se desgarraban su carne y llegaban a los huesos. Intentó sacar el brazo antes de que le arrancara de cuajo pero no podía.

De pronto el lobo gimió y cayó a sus piés, muerto. Pachi sacó su brazo y descubrió que el animal tenía una flecha clavada en el costado que humeaba.

El lobo que atacaba a Fulmuën recibió la misma suerte. El tercero, acobardado, huyó en la oscuridad.

Pachi se derrumbó al suelo. Los otros fueron a socorrerlo.

-¡Pachi! ¡¿Estás bien?! -preguntó Gri.

-No demasiado... -dijo el otro descubriendose la herida.

En su antebrazo se veían las dos marcas de los colmillos.

Entonces entraron en el camino un grupo de sombras que llevaban arcos y les apuntaban a ellos.

-Amba-má... -dijo uno de ellos con una voz muy musical.