viernes, 19 de diciembre de 2008

LOS CERROS

capitulo 10:

CAPÍTULO 10: LOS CERROS

Tras dos dias de recuperación, Gri volvió a encontrarse bien. Ya no tenia fiebres y se movía y andaba pero aún así estaba un poco tocado. Eso si, estaba impaciente por encontrar el cuerno.

La misma noche del segundo día de su recuperación acordó con los otros magos y el enano que partirian al amanecer.

-Pero si ni siquiera conocemos este lugar, ¿Como la encontraremos? -questionó Pachi.

-Con el corazón... -dijo la elfa.

Pachi entendió sus palabras.

Al siguiente amanecer los cinco viajeros estaban en la entrada del astillero, con comida para siete días y armas. Se disponían a salir quando el capitán apareció:

-Señores... Tengan quidado en esas tierras... ya casi no nos queda comida...

-Tranquilo -dijo Larenlië- Tened cuidado vosotros pues los monstruos pueden volver. Si no regresamos dentro de siete dias iros de aquí y tendréis una história que contar...

Gri le lanzó al hombre un saquillo y, apoyandóse en un bastón, partió de allí. Los otros lo siguieron. El capitán lo abrió y descubrió un montón de monedas.

Salieron de la ciudad, esta vez por la Puerta Este. Empezaron a vagar por los deserticos llanos.

-¿A dónde vamos exactamente? -preguntó Fulmuën, rompiendo el silencio.

-Lo cierto esque no lo sé... -dijo su maestra.

-Deberíamos buscar algún montículo para explorarlo todo -siguirió Pachi.

-El problema es ése. Aqui casi no hay montículos... -respondió Gri.

No pararon hasta el mediodía para comer un poco. Aquel pescado sabía un poco mal y encima el calor se ensañaba con ellos. El sol era naranja y parecía mucho más grande delo normal. Siguieron caminando.

Ya estaban próximos al atardecer cuando, al fin, los agudos ojos de Fulmuën divisaron algo en el horizonte.

-¡Hay un montículo!

-¿En serío? -preguntó Zorim.

-También yo lo veo -contestó Larenlië- Imagino que llegaremos allí en... un par o tres de horas de horas.

La elfa no erró en sus estimaciones y cuando el sol acababa de expirar llegaron al píe de aquella colina.

Subieron a ella y montaron allí el campamento y organizaron los turnos. No encendieron un fuego pues no querían ser vistos ni tampoco cenaron ya que no querían que el olor del pescado atrayera a algunos molestos seres. Las noches eran bastante frías.

Cuando despertaron, al nacimiento del sol, vieron el paisaje.

A sus espaldas, en el Oeste, vislumbraron el mar y una pequeña mancha blanca, la ciudad. A su izquierda, el norte, la costa continuaba paralela a unas marrones montañas un poco desordenadas mientras que a su derecha, el sur, no había más que playas y planicies. En todos esas direcciones veían arboles secos, alimañas arrastrándose por el suelo, pájaros carroñeros... Todo parecía un lugar muerto.

En canvio delante de ellos, el este, vieron que en el fondo vieron un gran bosque. Incluso desde dónde eran pudieron ver un color que casi no encontraron en el resto de sitios, el verde de las ojas. No era un verde puro pero les dío esperanzas.

-Creo que es allí -dijo Gri.

-Que haya ojas verdes quiere decir que almenos habrá agua -afirmó la elfa.

-Y también bichos que no querrán que la bebamos -respondió el enano.

-Es cierto... debemos vijilar... -dijo Pachi.

-Este bosque...

-¿Que pasa, Gri?

-Hay algo extraño en él...

Continuaron otro día más hacia el bosque. Esta vez tuvieron la suerte, o eso creyeron, de encontrar unos cerros llenos de colmillos de piedra afilados como cuchillas que con sus sombras les protegían un poco del calor. Al parecer si conseguían cruzarlos estarían a pocos quilómetros del bosque.

Se atrevieron a hacer un pequeño fuego para calentar el pescado.

Dedicaron el resto del día a cruzar los montes pero entonces empezaron a descubrir que con sus escarpadas formas contruían una espécie laberinto. Costaba bastante avanzar pues a veces descubrían que caminaban en circulos pues aquellas piedras les engañaban y no pasaban por debajo ya que estaban inundados de infectos lagos llenos de pudridumbre.

Llegó la noche...

Había luna llena y de las aguas pantanosas empezaron a brotar unas apestosas nieblas que dificultaban aún más a los viajeros. Pero decidieron continuar igualmente ya que no les gustaban aquellos cerros y querían salir de allí cuánto antes.

El grupo andaba agarrado a las paredes de su izquierda pues al otro lado se encontraba un accidentado barranco. Gri hiba a la delantera, seguido de Larenlië, Fulmuën y Zorim y a la retaguardia estaba Pachi, vijilando.

De pronto se hoyó un estruendoso crujido y el suelo que pisaba Gri desapareció. Intentó agarrarse a algo pero no pudo. Sintió como su cuerpo rodaba e impactaba contra las rocas. Y sintió como recibía un tremendo golpe en su espalda contra algo duro que paró la caida.

Se sentía entumecido por el dolor, la cabeza le daba tombos y lo veía todo borroso.

Al fin consiguió sobreponerse y se levantó apoyándose con la roca que lo había salvado. Se enjugó la frente de la sangre que tenía. Entonces hoyó el eco de los gritos de los otros:

-¡Fulmuën! ¡Gri! -gritaban.

-¡Estoy aqui! -respondió con dificultad.

-¡Gri! -exclamó la lejana voz de Pachi- ¿Estás bien?

-¡Ahora que lo dices no demasiado! ¡Al menos puedo andar! ¿Qué ha pasado?

-¡Se ha derrumbado parte del camino! -respondió Zorim.

-¡Bajad aquí! -suplicó el humano.

-¡Es imposible! ¡Las paredes son demasiado empinadas! -dijo Zorim- ¡Estamos buscando otro lugar para bajar!

-¡¿Y dónde esta Fulmuën?! -gritó Larenlië

-¡Qué! -dijo con preocupación Gri- ¡¿También ha caido?!

-¡Si!

-¡Mierda! -maldeció el accidentado- ¡Fulmuën! ¡Fulmuën!

Sintió unas piedras que caian a sus espaldas. Se guiró desenfundando su espada. Se hoía un apagado gemido. Gri corrió allí.

Consiguió distinguir al elfo, medio enterrado por un montón de piedras. El mago le desenterró con rapidez y lo tuvo en sus brazos.

-¡Fulmuën! ¡Contesta!

El elfo abrió los ojos. Tenía la nariz rota y sangraba por varios lugares

-¿Que ha pasado?

-Ambos hemos caido por el barranco... No te preocupes... saldremos de aquí ¿Puedes moverte?

-No lo sé, espera...

El elfo intentó mover sus miembros. Le costó un poco pero lo logró.

-Bien... Venga vamos -le animó Gri ayudándole a levantarse y a andar- ¡Eh! ¡Lo encontré, está bien!

Gri recojió sus equipajes. Justo entonces todos oyeron un aullido provinente de algun lugar entre las montañas. Le respondieron más aullidos. Eran horribles gritos que parecían expresar todos los males.

-¡Por todos los dioses! -exclamó el enano- ¡¿Qué diablos es eso?!

-¡Parecen lobos! -dijo Pachi.

-¡Sea lo que sea estamos en su terreno! -dijo la elfa- ¡Salgamos de aquí!

-¡¿Y nosotros que?! -gritó Gri.

-¡Continuad siguiendo la pared por la misma dirección! -gritó Pachi- ¡Mirad de encontrar algun lugar para subir!

-¡Venga Fulmuën! ¡Sigueme!

Empezaron a correr paralelos a la pared estando atentos de oir los pasos de sus amigos encima de ellos. Se encontraban con charcas de barro y el frío les hacia mella. Los aullidos estaban cada vez más cerca de ellos.

Pasaron un buen rato así. Los perseguidores estaban muy cerca. El elfo y el humano empezaron a notar cómo el terreno hiba subiendo y se esperanzaron.

Y aún más contentos se pusieron cuando llegaron otra vez a arriba. Siguieron corriendo por un estrecho camino que estaba rodeado por rocas

-¡Hemos vuelto a subir! -exclamó Gri.

Se extraño al no oir su própio eco pero aún más de no recibir respuesta.

-Paremos un momento... -le ordenó al elfo- ¿Oies algo?

-No...

Se quedaron en silencio. Sentían los pasos de sus amigos pero cómo algo muy, muy lejano, casi imperceptible.

-¡¿Pachi?! ¿¡Larenlië?! ¿¡Zorim?! ¿¡Dónde estáis?!

Les llegó una respuesta muy lejana de alguno de ellos que no supieron descifrar.

Pero de repente oyeron un rugido muy cercano a sus espaldas. Una de aquellas bestias debía haberles seguido.

-¡Corre!

Huyeron de aquel ser por los laberinticos caminos que se entrecruzaban. Ya no sabían a dónde hiban. Sólo querían escapar de aquel perseguidor. Unos rápidos pasos se les acercaban.

Se quedaron horrorizados. El camino moría en un callejón sin salida.

-¡Mierda! -maldeció Gri.

Se guiraron. Delante de ellos ácababa de llegar un enorme lobo. Gri había visto lobos quando vivió en el Valle eran seres salvajes pero inofensivos excepto si estabas en su territorio pero aquel lobo era muy diferente.

Debía ser el doble de grande que uno de normal, de pelaje negro como el carbón y muy denso. Su boca babeaba espuma y una pegajosa saliva. Sus brillantes ojos estaban teñidos de sangre. Pero lo más terrible era el aura que emmanaba, algo malo le rodeaba.

Les enseñó los colmillos y gruñó. Acto seguido tiró la cabeza hacia atrás y aulló con fiereza. Le respondieron dos aullidos muy próximos. Al cabo de pocos instantes, dos lobos más habían llegado a su lado, gruñendo a los magos.

Gri desenfundó su espada y se protegió con el escudo mientras que Fulmuën se puso su cuchillo en la boca, cargó una flecha en su arco y la soltó.

Se hundió en el ojo de el primer lobo pero éste solamente gimió un poco y se sacó con una zarpa el proyectil. La herida se sanó. Comprendieron entonces que esos no eran lobos corrientes.

-¡Fuera de aquí alimañas! -imperó el humano.

Las fieras soltaron unos gruñidos que al joven le parecieron que querían ser unas carcajadas. Soltaron más aullidos triunfales, flexionaron las piernas y se lanzaron sobre las presas.

Dos de ellos se lanzaron contra Gri que se defendía con su redoma. Otra felcha del elfo se clavó en el pecho del tercero pero tampoco le dañó.

El humano le cortó una pierna a uno de ellos pero le volvió a crecer al cabo de poco. El otro lobo aprobechó el instante en que estuvo desprotegidoo para lanzarle un zarpazo.

Gri salió volando e impactó contra una roca. Uno de los lobos saltó encima de él. Sintió la presión sobre su pecho. Las mandíbulas del animal se empezaron a cerrar alrededor de su cuello, destilando una fuerte peste. Pero el otro no se dió por vencido y le agarró los colmillos.

Empezó a perder fuerzas cuando el lobo caió hacia un lado. Gri vió que Pachi estaba agarrado en su lomo blandiendo su espada. El animal intentaba zafarse de él. Otro lobo fue a socorrerlo.

Gri se levantó, saltó sobre ese otro y hundió el hierro en su espinada. Sólo durante un momento miró a su alrededor para ver a Larenlië y a Zorim como les ayudaban

Pachi aprovechó una distracción de su rival para hendirle la espada dentro de su garganta. No fue lo bastante rápido. El lobo cerró sus dientes sobre su brazo antes de que pudiera sacarlo.

Rugióó de dolor. Sentía cómo los colmillos se desgarraban su carne y llegaban a los huesos. Intentó sacar el brazo antes de que le arrancara de cuajo pero no podía.

De pronto el lobo gimió y cayó a sus piés, muerto. Pachi sacó su brazo y descubrió que el animal tenía una flecha clavada en el costado que humeaba.

El lobo que atacaba a Fulmuën recibió la misma suerte. El tercero, acobardado, huyó en la oscuridad.

Pachi se derrumbó al suelo. Los otros fueron a socorrerlo.

-¡Pachi! ¡¿Estás bien?! -preguntó Gri.

-No demasiado... -dijo el otro descubriendose la herida.

En su antebrazo se veían las dos marcas de los colmillos.

Entonces entraron en el camino un grupo de sombras que llevaban arcos y les apuntaban a ellos.

-Amba-má... -dijo uno de ellos con una voz muy musical.

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