domingo, 30 de noviembre de 2008

LA CIUDAD FANTASMA

El episodio 9:

Capítulo 9: LA CIUDAD FANTASMA

Al despertar a la mañana siguiente nuestros viajeros se prepararon y marcharon junto al capitán y cinco hombres más a explorar aquella ruinosa ciudad.

Fueron recorriendo las desoladas calles. Pronto Fulmuën se dió quenta de algo:

-Maestra, mire estas paredes.

Todos se acercaron a lo que señalaba. En una pared de una casa se vislumbraban unas manchas negras.

-Quemadas. -dijo Zorim- esta casa fue quemada.

Empezaron a mirar con mas detenimiento los edificios de alrededor. Todos tenian aquellas quemadas e incluso algunos mostraban aún algunos trozos de vigas de madera enegrecidas por el fuego.

-Parece que esta ciudad fue un horno. -dijo un hombre.


-Si, y ya nada crece aqui. -se fijó Larenlië- Esta ciudad debió ser muy bella.

A medida que exploravan la ciudad descubrieron que estaba muy bien ordenada. Las amplias calles daban a unas circulares plazas. Habia incluso rastros de infraestructuras tales como fuentes, aqueductos, alcantarillados... Hasta encontraron los restos de un jardí público pero todos los arboles y todo lo que allí floreció ahora estaba marchito.

Ya llevaban rato andando por allí quando llegaron a una de aquellas plazas. En el centro habia un bloque y una estatua de alguien encima de él. Los quatro magos fueron a observarla.


La estatua estaba bastante demacrada por los años pero mostraba a un erguido elfo ya que le delataban sus picudas orejas.

-En definitiva estamos en el sitio correcto, es un elfo. -baticinó Gri.

-Creo que era una elfa por sus senos pero alguien le destrozó la cara. Fijaos, se pueden ver golpes de un pique.

-Era una reina... -dijo Larenlië- Lleva corona además en el pedestal parecen haber unas inscripciones... parecen en élfico antíguo... "ANALTA TÁRI HILMERONIË, HERI ID FANCHOAl"

-¿Que significa? -preguntó el capitán.


-En honor de la sobirana Hilmeronië, Señora de Fanchoal. -respondió Fulmuën.

-Así que esta ciudad se lla...

Gri no pudo acabar la frase pues un halarido de dolor les sobresaltó.

Uno de los marineros cayó al suelo con un dardo clavado en su espalda, muerto. Miraron de dónde provenía el disparo. De allí salieron más flechas.

-¡A cubierto!

Rapidamente todos corrieron a protegerse detrás del pedestal. Otra flecha alcanzó a otro hombre. Desenfundaron sus armas. Larenlië sacó un poco su cabeza y vió que los disparos venían de detrás delos muros semideruiïdos de un edificio y los atacantes parecían tener bastante puntería. Aún así no consiguió verlos.

Se oyeron unos gritos de guerra. Aunque todos tenían cierta musicalidad eran parecidos a los chillidos de una hiena. Quando la elfa volvió a mirar vió que un grupo de unos veinte humanoides se dirigian hacia ellos, corriendo como locos, empuñando unas largas lanzas, sables o arcos. Se protegían con unos grandes escudos y armaduras que les cubrian casi todo el cuerpo. Todo ello mostraba signos de vejez y oxidación.

-¡Preparaos para luchar! -gritó la elfa.

Los exploradores salieron de su escondite blandiendo sus armas.

Fulmuën y todos los que llevaban armas de fuego dispararon. Alcanzaron a seis.
Los dos grupos chocaron. Los atacantes luchaban con fluidez de movimentos. Gri le rebanó la cabeza a uno de ellos pero fue atacado por dos más. Pachi combatia con uno de especialmente alto. Larenlië matenía a raya a otros cuatro y el resto luchaba con fiereza.

Zorim aplastó a uno de ellos. Se giró. Delante de él vió a un enemigo que dirigía su espada hacia él. No tuvo tiempo de parar el golpe pero el atacante gimió y cayó al suelo, con una flecha en su espalda. El enano miró a Fulmuën, su salvador, e hizo un gesto de agradezimiento un poco hosco.

Al fin los atacantes huyeron por dónde habían venido.

-¡Rápido, que no escapen! -gritó Gri.

Los dos magos y la elfa empezaro a correr detrás de ellos. Los enemigos se perdieron entre las piedras.

-¡Separemo-nos, pero sin ir lejos! -propuso Pachi.

Y así lo hicieron. Gri empezó a recorrer por lo que fue una calle.

De pronto hoyó un ruido a su izquierda. Rápidamente se puso en guárdia, estudiando todo lo que veía. Provenía de una estrecha casa. Entró con lentitud.

Las paredes internas ya casi se habían derrumbado todas igual que los pisos superiores. Gri vió que en el fondo había una figura tumbada, apoyada contra la pared.

Se acercó con cautela. Llevaba un montón de placas que le protegían de los golpes, también en la tumbada cabeza.

Gri respiró hondo y acercó su mano izquierda hacia el casco y rápidamente se lo quitó. Se quedó paralizado, sólo era un blanco cráneo.

Quando se giró para largarse no tuvo tiempo de reaccionar. Su rival le lanzó un golpe con su lanza. Gri aulló de dolor por la punzada que sentía en el abdomen. El joven levantó su espada. Le descargó un golpe y le cortó el cuello.

Se miró en dónde le había alcanzado. Por suerte la lanza no había penetrado demasiado en su carne. Respiró aliviado y se sacó la punta.

Antes de marcharse, pero, quiso ver la tapada cara del caído. Le sacó el casco. No cabía de asombro. Era un elfo.

Lo observó con más detenimiento. Tenía la piel muy pálida, de un tono gris. Unos cabellos blancos cómo la nieve. Por el resto parecíaun elfo normal excepto por sus ojos muertos. Eran azules y con el blanco enrojecido, de rábia quizás.

Decidió que ya había visto demasiado y se largo por dónde había venido.

Llegó a la plaza. Todos ya estaban allí. Vió que otro marinero había murto durante el combate.

-¡Ah, Gri! -dijo con alivio Zorim- ¿Has pillado a alguno?

-Uno me a atacado y no podrá contarselo a nadie... Me ha herido, pero no es nada grave. ¿Y vosotros? ¿Habéis visto que són?

-Se nos han escapado y no les hemos visto la cara. Ahora queríamos mirar estos...

-No hará falta yo si que lo he visto, son elfos.

-¡¿Qué?! -exclamó Larenlië.

-Si no me creéis miradlo vosotros mismos.

Le sacaron el casco a uno de ellos.

-Es cierto... -reconoció la elfa- Pero no son elfos corrientes.

-¿Pues q-qué... -dijo con dificultad Gri.

Todos lo miraron. El joven se sentía muy mal y los otros se dieron quenta.

-Gri, ¿Te encuentras bien? -preguntó Pachi.


Aquellas palabras le llegaron lejanas. Estaba muy pálido y temblaba. Un sudor frío recorría su espalda. Perdía la visión por momentos.


Entonces, ya ciego, se derrumbó al suelo. Lo último que hoyó antes de desmayarse fue el grito de Larenlië que resonaba muy mortecino.


Abrió los ojos. Sólo veía manchas grises que se movían. Con el rato su vista se agudizó lo suficiente como para ver a una borrosa Larenlië sentada a su lado, observándolo.


-Pachi... Gri... despertado... -hoyó con dificultad Gri.


Vió que otra borrosa figura se acercaba, Pachi.

-Gri... Gri...

El joven empezó a delirar y volvió a quedar inconsciente.


Pachi miró a Larenlië:

-Al menos sigue vivo... Esa herida.


-Lo han envenenado, sin duda. -dijo la elfa- Se que está hecha con plantas ¿Pero que debe contener?

-No lo sé pero debemos darnos prisa en descubrirlo. Mis pociones sólo retrasan sus efectos.

-Y me pondré a trabajar en seguida con Fulmuën. Tenemos gran conozimiento de herbologia. -dijo con resolución Larenlië- Pachi, por favor. Ve al sitio en dónde Gri a sido herido y traeme el arma envenenada.

-Ahora voy. Continuaré la exploración. Debemos descubrir de dónde han sacado estas plantas, aún tendremos suerte.


-Será díficil, sólo hay un riachuelo cercano y ni allí crece nada.

-Quizás porqué no estamos en el mejor sitio. Bueno, me voy.


-¿A dónde?


-Tapiaremos las paredes de este astillero y organizaremos las guardias. Estamos en territorio hostil.

-Tendremos que empezar a pensar en encontrar el cuerno.


-Si y algo me dice que está en esos bosque de allí -dijo Pachi mirando por una grieta hacia el exterior.


Durante cinco días Pachi dirigió las patrullas de exploració. Recorrieron la ciudad, sin encontrar rastro alguno de los elfos pero sí más indicios de que allí se había librado una batalla, como algunos esqueletos. Larenlië y Fulmuën empezaron a analizar las muestras del veneno. Sólo consiguieron adivinar que se hacia con las hójas trituradas de perjili, pétalos machacados de una flor llamada maglonai y era mezclada en agua con otras tres plantas pero no consiguieron adivinar su fórmula. Mientras, a Gri le empeoró la enfermedad e incluso tuvo fiebres, vómitos y delirios. Aún así el joven luchaba contra todo ello.


En el anochecer del quinto día Pachi regresó con los exploradores. Larenlië estaba al lado de Gri que hablaba en susurros. Ella le miró a los ojos, esperanzada, pero en seguida vió el fracaso del humano.


Pachi ya no podía aguantar más. Sabía que Gri no tardaría en morir, lo sabía. Y supo que debía actuar ya.

Fue a ver al capitán:


-Capitán, me voy.


-¿Como?


-Que me marcho en busca de aquellos elfos. Debo descubrir como preparan el veneno.


-Como quiera señor. Le proporcionaré...


-No, iré sólo.


-Pero...


-He dicho que iré sólo. No quiero poner a más gente en peligro.


-Como quiera... pero vijile...


-No se preocupe.


Cojió su espada, la pistola, un zurrón con provisiones y se puso una capa, las noches allí eran muy frías.


Ya se hiba cuando alguien tosió a sus espalda. Era Zorim que fumaba en su pipa.


-¿Se puede saber a dónde vas?


-Voy a buscar a esos elfos.



-Dirás "vamos" a buscarlos.



-Zorim...



-No, no, no. Te aseguro que por algo hize mi juramento de estar a tu servicio. ¡Ahora no podrás sacarme del medio, humano!



-Esta bien -rió Pachi.



Soltaron unas carcajadas. El humano esperó a que el enano se preparara. Una vez listos salieron por la puerta del astillero y empezaron a recorrer las calles.



Tardaron dos horas en salir por la destruida puerta norte de la ciudad, transeversal a la playa. Hasta entonces no habian salido al exterior. Antes de continuar de avanzar miraron al cielo, que en aquel lugar era muy oscuro y buscaron la constelación del arco, que siempre aseñalaba el norte. Una vez encontrada continuaron su trayecto.



Tardaron poco en llegar al riachuelo que desembocaba en el mar. El agua casi no se movía y apestaba a podredumbre.



Una vez allí decidieron seguir la corriente en dirección contraria, hacia el este.



La tierra de su alrededor estaba desolada. Casi todo lo que allí vivió ahora estaba muerto, marchito. Lo poco de vivo que había no eran mas que malas hierba o arbustos. Cruzaban por extensas campiñas, pantanosas hondonadas y frondosos bosques, siempre atentos.



Fue a la media noche cuando alviraron desde un grupo de árboles unos montícilos de piedra. Entre ellos se apreciaba una mortecina luz anaranjada.



-Parece que hemos llegado... -susurró Pachi.



-Si... ¿Que?... vamos -se animó Zorim.



-Espera... debemos ir con cautela... cubramos-nos con la capucha... atento y silencio ahora...



Una vez bien camuflados y listos para atacar. Empezaron a arrastrarse por el suelo con mucha lentitud. Media hora después sólo habian recorrido veinte metros de los cincuenta que les quedaban.



Al cabo de una hora llegaron al pié del campamento. Vieron que un adormecido centinela que estaba escondido detrás de unas rocas pero que no les veía. Aprovecharon la distracció para levantarse y andar hasta esconderse entre unas rocas. Pachi se atrevió a mirar al interior.



Estos montículos de piedras formaban un cerco defensivo. En el centro habian cuatro tiendas de pieles entre las piedras en una hogera central. Además de aquel centinela había otro justo en el otro lado. Pachi se giró hacia Zorim:



-¿Que te parece? ¿Les damos una visita?



-Encantado -dijo el otro.



Pachi asintió y saltó hacia dentro. Disparó al sorprendido centinela. El otro gritó alarma. El humano agarró una lanza del caido y la lanzo contra el otro. Lo silenció.



Todos los otros miembros salieron de sus tiendas, confundidos. Los dos atacantes aprovecharon. Saltaron sobre ellos. Eran una quinzena. Mataron a tres de ellos. Pero cómo no estaban preparados para luchar salieron corriendo a los pocos minutos de combate.



-¡Vamos Zorim! ¡Mira en esa tienda!



-¿El que?



-Mira si hay alguna hierba. Si la hay cojela.



El enano obedeció. Pachi entró en una de las tiendas. No había nada. Miró en la segunda. Tampoco. En la tercera tuvo suerte.



-¡Aqui, Zorim! ¡Vengua, volverán de un momento a otro!



El enano entró y le ayudo a poner las hierbas que colgaban del techo en el macuto. Una vez lleno salieron pitando del lugar, por donde habian venido


Al parecer los elfos tardaron en volver y una vez allí también en organizarse y salir en su persecución.


Esta vez volvieron corriendo por lo que en lugar de tardar tres horas sólo tardaron una hora i media. pero quando ya estaban cerca de la ciudad hoyeron los gritos de guerra de los elfos.


-¡Venga Zorim, ya hemos llegado! -le animó el mago.


Al enano le costaba mucho seguir al otro. Aún ser muy fuerte sus cortas patas le limitaban su rapidez.


Entraron por la puerta. Los perseguidores estaban a unos treinta metros. Recorrieron las calles. Hiban acortando distáncias.


Al fin llegaron al astillero. Los enemigos estaban a diez metros.


-¡Cubrídnos! ¡Abrid las puertas! -gritó Pachi a los de el interior.

El capitán acató la orden.


-¡Venga muchachos! ¡Disparad!


Los hombres abrieron fuego. Una ráfaga de balas impacto contra los elfos. Casi todos caieron víctimas. Los pocos supervivientes huyeron entre las sombras, acobardados por el fuego.


Pachi y Zorim entraron en el astillero. Salieron a recibirlos el capitán y algunos hombres:

-¿Habéis encontrado algo?

-Les hemos robado unas hierbas.

Fueron en dónde Gri estaba alojado. Fulmuën estaba investigando el veneno y Larenlië seguía allí, velando al humano. Levantó los ojos y esta vezvió un rayo de luz en los de Pachi. Éste le dió la hierbas. La mujer se lo agradeció con sinceridad.

-No le quedan muchas noches... -dijo ella.

-Pero si la vida...

Los dos elfos se pusieron a trabajar. Durante dos días Pachi ayudó al paciente mientras los otros se pusieron a investigar, absortos en el trabajo. Al siguiente día Larenlië les contó su descubrimiento a Pachi y a Zorim:

-¡Lo logramos! Ya sabemos cómo se mezaclan las plantas y cómo contraresar sus efectos.

-¿De verdad? -dijo con excitación el humano.

-Si y ahora nos pondremos a trabajar en ello.

-Bien... -dijo el enano.

Pasaron unas quantas horas y al fin la elfa y su aprendiz volvieron con un cuenco que contenía un líquido azulado.

-Espero que funcione... -dijo Pachi.

-Funcionará, es un tónico bastante efectivo -dijo convencida la elfa- Ayudame ahora. Levántale un poco la cabeza.

El joven obedeció. Luego Larenlië acercó el cuenco a los morados labios de Gri y hechó el cuenco con lentitud. El maltrecho humano empezó a tragárselo. Una vez consumido esperaron. Al cabo de unos minutos observaron que recuperaba tonalidad en la piel y empezaba a moverse un poco.

-¡Funciona! -exclamó el enano.

Al día siguiente volvieron a aplicarle aquela pócima. Mejoró notablemente, abría los ojos, hablaba un poco, recuperaba movimiento y fuerza... Tres días después empezó a levantarse y a moverse. Y al día siguiente ya estaba listo para ir en busca del cuerno...

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