viernes, 31 de octubre de 2008

LOS VECINOS DE ESTRIBOR

Bueno pues nada el 5 capitulo:

CAPÍTULO 5: LOS VECINOS DE ESTRBOR

-Viene hacia nosotros muy deprisa -les contó el capitan.

-No habrá problema -aseguró Gri- con nuestros hechizos les habremos dejado atras.

-Gri... -dijo Larenlië.

-¿Si?

-¿Olvidas lo que nos dijo el Gran Mago?

El joven mago, alarmado, miró por el catalejo. El barco parecía aber crecido un poco.

-¡Mierda! ¿Podemoos dejarlos atrás?

-Imposible -dijo el capitán- Es más rápido que nosotros.

Pachi miró por el catalejo.

-¿Cuánto tardará en alcanzarnos?

-Una hora, dos como mucho. -aseguró el capitán.

-¡Pues debemos luchar! ¡No pod... ¡Buahhh! -dijo Zorim sin terminar la frase porque tuvo que vomitar.

-Lleva razón -dijo Pachi- Debemos luchar.

-Bien, daré las ordenes. -dijo el capitán.

Toda la tripulación, que contando nuestros cinco viajeros eran veinti-dos, se movilizó. Cargaron los cañones, dos por costado además de un mini canón en el puente de mando. Todos dejaron las armas en la barandilla para que quedaran escondidas.

A los magos y al enano les ofrecieron pistolas y les ensearon a cargarlas. Los humanos las aceptaron pero elfa y el enano las rechazaron. La primera porqué las considerava horribles y el otro porqué preferia mil millones de veces la lucha cuerpo a cuerpo.

Las predicciones del capitán fueron bastante acertadas y al cabo de hora y cuarto el barco pirata, una pinaza, un barco más pequeño que un bergantín, estaba a cincuenta metros paral·lelo a ellos, a estribor.

El capitán de los piratas les gritó con un megáfono metalico:

-¡Hola camaradas! ¿De dónde habéis sacado esta preciosidad?

El capitán del Slugh también cojió su megáfono y hablo:

-¡¿El barco?! ¡Se lo quitamos a unos pardillos de tierra firme!

-¡¿Qué llevaban?!

-¡Comida!

-¡¿Pues nos dáis un poco?! ¡Casi no nos queda!

-¡Lo siento pero la necesitamos!

El capitán pirata no pareció tomárselo demasiado bien:

-¡¿Cómo que no?! ¡Por piedad!

-¡Lo unico que os voy a dar será de comer a los pulpos! ¡Marineros! ¡Fuego!

Los hombres obedecieron y sacaron los cañones que tenian escondidos detrás de unas rejillas y dispararon. el barco pirata estaba a 25 metros.

Los cinco viajantes, incluido Fulmuën, hicieron un salto al oir el estridente ruido de estas armas. Pero imitaron a los marineros y se escondieron detrás de la barandilla desde dónde disparaban. 20 metros.

A los piratas los tomo por sorpresa aquel ataque y tardaron varios minutos en reaccionar, cargar los cañones y disparar. 10 metros.

El fuego cruzado causó daños en ambos barcos. Una bala de cañon impacto cerca de ellos. Gri los protegió de la metralla con su rodela. 5 metros.

-¡Al abordaje! -gritó el capitán pirata.

El fuego terminó de repente. De la pinaza empezaron a llover un montón de ganchos atados a cuerdas que se clavaron en la madera del Slugh. Los piratas dispusieron dos tablas de madera que servian de puente entre los dos barcos.

Entonces los piratas, que casi los duplicaban, los cruzaron. Maldecian a los marineros mientras blandian sables, hachas, pistolas y escopetas.

Y asi empezó el combate.

Los magos y el enano nunca habian visto nada parecido. Aquel combate se libraba con fiereza. No solo luchaban cuerpo a cuerpo. Aqui las armaduras eran inútiles ante los disparos. Además algunos piratas lanzaban unas bolsitas rellenas de pólvora con una mecha que explotaban, bombas.

Y entonces apareció, arco en mano, Fulmuën. Todos los que lo vieron, incluida su maestra, se quedaron helados. Aquel joven elfo se puso a disparar flechas.

Casi todas daban en el blanco y las disparaba bastante deprisa y se defendia con su chuchillo.

Entonces Gri tuvo una idea ya provechó la ocasión.

-¡Pachi, acompañame! ¡Tu, chico, cubrenos!

Pachi asintió y lo siguió. El elfo vió que le hablaba a él y entendió lo que quería hacer. Disparó algunas flechas hacia los piratas que estaban cerca de los dos magos que avanzaban hacia una de las tablas.

Los dos se subieron a ella y fueron hacia el otro barco. Este estaba muy poco protegido. Mientras Pachi luchaba contra ellos Gri arrojó las dos tablas al agua.

Acto seguido fueron hacia el puente de mando, Pachi lla habia terminado con todos. Gri corto una cuerda colgada por alli. Fue en dónde el timón, lo agarró y lo giro hacia la derecha. Pachi comprendió lo que hacia y le ayudó. Acto seguido le paso la cuerda y la ató al soporte de éste de tal forma que quedaba inutilizado. El barco pirata empezó a alejarse del otro.

Mientras, en el Slugh, la aparición de Fulmuën habia supuesto un alivio pero los marineros estaban retrocediendo hacia el puente de mando. Larenlië los contenía gracias a una lanza de doble filo y Zorim con su martillo.

En la pinaza Gri se fue hacia una escotilla.

-¡¿A dónde vas?! -pregunto Pachi.

-Esto aún no a terminado... -dijo el otro desapareciendo por allí.

A Pachi le costó un poco en encontrarlo por la oscuridad de la cubierta inferior. Cuando dio con el vio que se encontraba delante de unos barriles que desprendían muy mal olor.

-¿Pero que estamos haciendo aqui?

-Pues volaremos el barco.

Pachi se quedó sin habla.

-¿Tu.. tu estas loco?

-Es provable... Venga ayudame con este cañón.

Pachi suspiró y lo ayudó a arrastrar aquella pesada arma y a puntarla hacia estos barriles. Luego Gri agarró tres mechas y las lió para formar una de sola mientras Pachi lo cargaba.

Cuando todo estuvo listo Gri agarró una linterna que pendia del techo. Pero antes avisó:

-Preparate para correr...

Pachi asintió y Gri encendió la mecha. Slieron corriendo en la cubierta superior. Pachi gritó hacia el otro barco, que ya estaba un poquito alejado:

-¡¡¡Larenlië, Larenlië!!!

La elfo lo hoyó y se guiró hacia ellos.

-¡¡¡Al suelo, hechaos al suelo!!! -bramó el joven.

La elfa obedeció y dió la orden. Y entonces ocurrió.

Aquello fue impresionante. La popa del barco boló en mil pedazos. El ruido fue brutal. Los del Slugh se pudieron proteger a tiempo pero los piratas no y algunos trozos caieron hacia ellos. Muchos caieron así.

Durante unos segundos hubo un silencio mortal rompido solo por el sonido del mar.

Pero los marineros aprovecharon este momento para atacar a los desprevendidos piratas. Estos no pudieron defenderse de ellos. Los pocos que quedaban fueron rodeados. El capitán pirata habia muerto. Entonces lanzaron las armas al suelo. Se habian rendido.

El capitán del Slugh ofreció dos opciones a los rendidos. O formar parte de la tripulación y ser recompensados o ser pasto de los tiburones. ¿A que no sabéis que escojieron?

Larenlië estaba regañando fuertemente a su aprendiz por su insensatez. Pero Zorim encontraba a faltar algo.

-¡Elfa! ¿Dónde estan aquellos dos?

Entonces Larenlië miró a su alrededor. La pinaza se habia medio undido. Ni rastro de Gri y Pachi. Los llamó. No hubo respuesta. Empezó a preocuparse de verdad.

Entonces se hoyó un chapoteo.

-¡Ayuda! -suplicó una aogada voz.

Elfa y enano fueron acia la barandilla y miraron abajo. Pachi y intentaba mantenerse a flote y sujetar a un inconsciente Gri.

-¡Hombres al agua! -gritó Zorim.

Un marinero les arrojó una tabla atada a una cuerda. Pachi nadó hacia ella y la agarró. Luego los subieron.

Estaban completamente empapados. Tumbaron a Gri al suelo, no se movia.

-¡Gri! ¡Despierta! -dijo con desesperación Larenlië mientras lo agitaba.

El joven no respondia.

Uno de los marineros fue a socorrerlo.

-A tragado agua -aseguró el hombre.

Lo cojió y le inclinó la cabeza hacia atrás. Luego le golpeó fuertemente en un punto de las costillas.

Entonces el mago tosió y escupió un montón de agua. Luego abrió con lentitud los ojos. Los miró a todos. Sonrió y dijo con dificultad:

-Lo siento, no se nadar ¿Os han gustado los fuegos artificiales?

Zorim soltó una carcajada. Los otros respiraron aliviados.

-Dale las gracias a éste hombre -dijo Pachi- Te ha salvado.

-Muchas grácias, de verdad.

-De nada -dijo el hombre alejandóse.

Larenlië castigó a Fulmuën. Le hizo trabajar de grumete. Los piratas empezaron a trabajar. Por seguridad les dieron una paga a cada uno para que viesen que no les mentían. Hicieron los funerales de los caídos, envolver a los cuerpos en mantas, con un peso dentro y luego eran arrojados al agua.

Y el barco siguió avanzando, tranquilamente cómo si nada ocurriera.

miércoles, 29 de octubre de 2008

LA RUTA DE LA BALLENA

El capitulo numero 4:

CAPÍTULO 4: LA RUTA DE LA BALLENA

A las seis de la mañana Larenlië, Pachi, Gri y Zorim estaban en la entrada de la escuela, ensillando sus monturas.

Entonces Fulmuën, el aprendiz de Larenlië, salió de la torre.

-¡Maestra! ¿Porqué te vas?

-Ya te lo dije. -dijo ella en tono tranquilizador- No es nada importante No te preocupes, volveré.

-Si no es nada importante ¿Por qué no puedo venir?

-Pues porqué no harías nada de provecho a dónde vamos. Ahora vuelve a la torre.

-Pero yo...

-¡No, he dicho que no!

El joven elfo de pelo rojizo volvió a la torre, haciendo morros. Sabía qué su maestra le había mentido, qué era algo importante y también sabía, al igual que Gri hace años, qué debía venir. Pero él lo hacia por otros motivos.

Así que Fulmuën fue apreparar rápidamente un macuto que llenó con comida, su libro de estudios y algunas pócimas. Se puso un cuhcillo, una capa de viaje y un arco con carcaj. Era un excelente tirador.

Luego de todo esto se fue al establo y ensilló a su caballo. Cuando salió de la torre supo que su maestra ya se habia ido y entonces siguió el rastro de los caballos mientras se aplicaba un hechizo de ocultación mágica para qué no le detectasen.

Siguió al rastro, siempre alejado del grupo, durante dos semanas a campo abierto. Tuvo que dormir al raso sin poder encender un fuego por miedo a sr descubierto y despertarse más deprisa que ellos para poder seguirlos.

Suerte que era un elfo porqué su cuerpo pudo aguantarlo, con cierta dificultad eso si.

Al fin vió que se acercaban a una pequeña ciudad marítima, humana, y tuvo que acercarse más para no perderlos de vista. Los siguió con dicreción por las calles. No notaron su presencia en ningún momento. Pero su rasgo élfico hizo que le costara pasar desapercibido de la gente humana.

El grupo fue al puerto. Fulmuën hizo un hechizo de agudeza auditiva para escuchar la conversa que mantenían con el capitán de un barco bergantín.

Oyó que querían contratarlo como capitán y alquilar el barco y la tripulación para una expedición a mar avierto.

En un principio el capitán se mostró rehacio pero quando le enseñaron una bolsa llena de monedas su expresión canvió y les ofreció su barco. Casi como si les regalara.

Acto seguido los mago subieron al barco y empezaron a aplicarle hechizos en puntos clave mientras los marineros lo arreglaban, limpiaban y cargaban de provisiones.

Tardaron dos días en zarpar. El joven elfo tuvo que vender su caballo para conseguir comida para unos días y cobijo en una taberna para una noche. ¿Por qué no se alojó dos noches?

Pues porqué en la segunda noche saltó a la cubierta del barco con todo su equipaje y fue a la cubierta inferior y se escondió entre unos toneles de provisiones. éste era un espacio reducido que había hecho él mismo que se encontraba entre la pared y los toneles. En el suelo dispuso un montón de paja i robó un trozo roñoso de tela para poner en la pared de modo de aillante.

Cuando tenía que salir debía trepar por los toneles y vijilar que no hubiesen moros en la costa. Además grabó en los toneles y en la pared unas rúnas que hacian las veces de su hechizo de ocultación mágica.

Una vez dispuesto todo esto durmió. Cabe decir que por seguridad tambén grabó unas runas anti ruidos internos por si las moscas...

A la mañana lo despertó las vozes de los marineros que desataban las amarras del puerto. Así el barco zarpó y salió de aquella ciudad.

Durante cuatro días el Slugh, aquel barco, navegó con rapideza aprovechando las corrientes de aire en dirección sudeste.

Atracaron en el puerto de Xarlo, en las islas Polleam. Fulmuën casi no salió de su escondite durante estos días pero si supo más o menos por donde hiban por las conversaciones de los marineros. Sólo urante las horas en que había más trabajo el joven elfo se aventuraba a explorar el barco, aunque sólo la cubierta inferior. En la santabárbara descubrió la munición de una nueva arma que había hecho furor en la marina, la pólvora negra.

Después de zarpar de Xarlo el Slugh salió a mar abierto en dirección noreste.

Continuaron así sin novedad durante una semana por el Océano del Oro. Los hechizos de velocidad que los magos habían aplicado al barco parecían funcionar muy bien.

Lo peor para Zorim fue el mareo y las vezes que bomitó, dejando la cubierta perdida.

Y lo peor para Larenlië, Pachi y Gri fue hablar con el Gran Mago qué les regaño cómo su fueran unos niños malos.

-¡¿Se puede saber en qué estabais pensando?!

-Sólo hacemos algo por el bien... -intentó explicarle la elfa.

-¡Ni por el bien ni por el mal! ¡Es algo muy peligroso! -dijo el otro en sus mentes.

-¿No cree que ya es un poco tarde para discutir esto?

-Si...

-Además tampoco será para tanto -tranquilizó Pachi.

-No lo sé... no lo sé...

-Ya continuaremos el contacto telepático -dijo Larenlië.

-No creáis que es tan sencillo. En Orvingut hay gran concentración de mágia grácias a la gran cantidad de elementos. Pero aquí sólo hay agua por lo que no os funcionaran con efectividad. Si os vais alejando de tierra firme con el tiempo os costará hacer hechizos de tierra, agua, aire y fuego. Y por supuesto la telekinésia no es una excepción.

Así pues cerraron el contacto con el Gran Mago. Ahora empezaron a darse quenta de su loca aventura era aún más peligrosa de lo que parecía.

-Sería mejor volver -advirtió el mareado Zorim- Este sitio es... buahh!!!!!

No pudo terminar la frase porqué hechó la pota.

-Tiene razón... -dijo Pachi.

-¡No! ¡Tenemos que continuar! ¡Por el bien de todos! ¿Acaso queréis que Drehem se adueñe de todo? -exclamó Gri.

-No... -dijo el pálido enano.

-¡Pues debemos seguir!

Entonces se les acercó el capitán.

-Se nos acerca un barco.

Subieron a la cubierta y fueron a la popa. El capitán le dejó un catalejo a Gri y le aseñaló un punto.

El joven observó como las velas del lejano barco brillaban con la luz del sol.


Mientras, en e palacio del jóven rei elfo Arasmalt, el Gran Mago salió de la cambra de comunicaciones y fue, junto a sus dos magos acompañantes, por el pasillo.Justo en la esquina se topó con el rei, escoltado por dos guárdias. El joven elfo se encontraba muy raro ya desde el día enque llego. Parecía nervioso...

-Buenos días, mi rei -dijeron los tres magos dedicándole una reveréncia.

-Lo mismo digo. ¿Traes los informes?

-Si, precisamente ahora hiba a veros por esto -dijo el mago mientras se sacaba unos documentos de un bolsillo y se los entregaba al rei.

-¿Están todos los traidores?

-Si, mi señor.

-Oh, el marqués de los Pinos. Y el duque de los Álamos -dijo el rei, leiendo el documento- Vaya, vaya... aquí está mi hermana.

-Eso me temo, mi señor. -dijo el Gran Mago.

-Ya me lo imaginaba...

-Si quiere usted podría cederme unos quantos hombres y hoy mismo lo tendremos resuelto -le ofreció el mago.

-No grácias, me encargaré de ellos personalmente. Ya no preciso de vuestra ayuda, Gran Mago. Mañana mismo podrá irse...

-¿De veras no me necesita por nada más, mi rei?

-No, amigo -dijo el elfo poniéndole una mano en el hombro- Has sido un gran consejero y a hecho un excelente trabajo, pero ahora vete ya que también tienes tus responsabilidades en la tú escuela.

-Bueno, cómo desee...

-Perdón si interrumpo pero se han dejado alguien en esa lista... -dijo una fría voz detrás del Gran Mago. Éste se giró.

Notaba una presencia que hacía años que no sentía. De las sombras apareció un hombre vestido de negro y encapuchado.

-Tú... -dijo solamente el mago.

-Hace ya diez años que no nos veíamos ¿verdad?

-Sigues siendo tan covarde... Sigues siendo un maldito asesino...

-Grácias por el cumplido...

El encapuchado dio unos cuantos pasos más. Los tres Magos se pusieron en guárdia. De pronto se materializaron al lado del encapuchado cuatro hombres más, también vestidos de negro.

-¡Mi señor! -gritó el Gran Mago al rei- ¡Id a buscar ayuda! ¡Nosotros les contendremos!

-¡Jajaja! -se carcajeó el encapuchado- No creo que te haga mucho caso.

-¡Venga mi señor! -le suplicó el Gran Mago al rei sin apartar la vista de los atacantes- ¡Iros de aquí!

-No... -respondió el elfo con una extraña voz.

Entonces el Gran Mago notó una punzada en su espalda. Gritó de dolor y se derrumbó al suelo de rodillas. Los dos magos lo miraron. Entonces los encapuchados aprovecharon la distracción. Una lluvia de fogonazos verdes impactaron contra los dos magos. Caieron al suelo, fulminados.

El Gran Mago se palpó la espalda y vió que le habían clavado un puñal. Lo agarró, se lo arrancó y lo tiró al suelo. Gimió de dolor. Luego miró a su rei:

-Porfavor... vayase... -le suplicó.

Pero entonces vió la expresión en los ojos del elfo. Una mezcla entre arepentimiento y frialdad. Entonces el caído lo entendio todo.

-No... usted no...

-Lo siento... -dijo solamente el elfo. De sus ojos salían lágrimas.

Entonces el Gran Mago se volvió hacia los encapuchados. Levantó las manos y empezó a lanzar hechizos. Los otros se defendieron del ataque. Consiguió darle a uno de ellos en una pierna. El hombre gimió y caió al suelo. Pero uno de los hechizos que lanzó rebotó y le dió en el vientre. El Gran Mago salió despedido. Chocó contra la pared y caió de bruces contra las frías baldosas. Intentó incorporarse pero no pudo.

Sintió cómo unas manos le agarraban y le levantaban. Consiguió abrir los ojos. Los dos guárdias reales le sotenían. El jefe de los encapuchados cojió la daga que había en el suelo y se la acercó al rei.

-Hazlo... -le susurró al oido.

-No.... no puedo... -dijo el elfo.

-Por el bien de tu reino, hazlo.

El joven elfo se acercó al herido. El Gran Mago lo miró a los ojos. El elfo le agarró por el cuello y puso la punta del arma en el pecho del mago. Pero los ojos del indefenso se cebaban con su mente. El elfo hizo un esfuerzo para apartar la mirada respiró hondo. Gritó y hundió la daga. La víctima gimió y se movió un poco pero enseguida paró. El pobre elfo le sacó el arma del pecho pero no miró. Cerró los ojos y intentó largarse de allí no dió muchos pasos cuando alguien le puso la mano en el hombro.

-Vamos, vamos tranquilizese, mi señor -dijo la voz del encapuchado- Hicistéis lo correcto...

-¡No! ¡Es mentira!

-Escuche, mi señor. Los dos tenemos un objetivo común. Puede que se tenga que recurrir a métodos desagradables pero así es. És lo mismo que ocurrió con su madre. Vuestro pueblo os estará agradecido. Piense en su pueblo, mi señor...

El joven rei se quedó pensando en aquello. Si, se había librado de su buena madre y ahora de su mejor consejero y luego tendría que librarse de su hermana, su mejor amiga que sospechaba algo. Pero su pueblo era más importante y creyó hacer lo correcto. Así que tragó saliva, miró a los ojos de aquel despiadado hombre y le dijo:

-Tienes razón...

El humano sonrió y se descubrió la capucha mostrando una cara que estaba quemada por uno de los lados.

-Bien... -dijo Drehem- tenemos mucho trabajo que hacer...

domingo, 26 de octubre de 2008

UNA BIBLIOTECA QUE OLÍA A VIEJO

El tercer episodio:

CAPÍTULO 3: UNA BIBLIOTECA QUE OLÍA A VIEJO

A la mañana siguiente Pachi, Gri y Zorim fueron a la entrada de la torre, junto a Larenlië y a todos los aprendices de la escuela a despedirse del Gran Mago.

Este había trazado un círculo de teletransportación en el suelo para él y dos magos más que lo acompañaban. Después de despedirse de los aprendices el Gran Mago se dirigió hacia Gri y a Pachi.

-No olvidéis en informarme -les susurró el elfo.

Acto seguido entró en el círculo, pronunció unas palabras mágics y él y los otros dos magos desaparecieron.

Larenlië guió a los jóvenes y al enano hacia la biblioteca vieja. Era una silenciosa y oscura sala, iluminada sólo por algunas mortecinas velas. Estaba llena de esstanterías sucias de polvo y telarañas.

La elfa abrió una pequeña puerta que los trajo a una pentagonal habitación de las mismas caracterísicas que la sala anterior. Había una mesa redonda en medio. Las paredes estaban llenas de estanterías y estas repletas de libros y manuscritos que parecían tan viejos cómo el andar.

-Bien, empezemos -suspiró Zorim- ¿Con qué idiomas está escrito?


-Sólo en idioma arcano y rúnico -contó la elfa.

-Pues yo sólo conozco el rúnico. Así que no os podré ayudar mucho... -les explicó el enano mientras encenía su pipa demaíz y buscaba algún libro- Por cierto. ¿Qué buscamos exactamente en este montón de polvo?


-Algún libro o referéncia de Grehamus -dijo Gri.



-Vale... -dijo con resignamiento el enano.

En aquel momento el Gran Mago estaba esperando con sus acompañantes en una espécie de claustro que había dentro del palacio de piedra. Se habrieron unas puertas y salieron a su encuentro el joven príncipe Faluom seguido de una corte de elfos lameculos. El Gran Mago se inclinó ante el otro.

-Seas bienbenido, Gran Mago -dijo el príncipe con nerviosismo mientras le hacía levantarse.

-Mi señor -dijo el Gran Mago- ¿Qué puede hacer por vos este viejo elfo?

-Quiero que seas mi consegero. No te preocupes. Sólo hasta que haya conseguido unificar al pueblo.

-Cómo ordenes...

Gri, Pachi, la elfa y el enano estuvieron trabajando en aquella sala durante dos largos meses. Casi no salían de allí, sólo para descansar, comer o hablar con el Gran Mago. Éste, de vez en cuando, les hablaba sobre lo que ocurría en el reino de los elfos. Las rebeliones que habían apagado, los intentos de asesinato, la coronación del nuevo rey. Y ellos le hablaban de que poca información habían conseguido sobre aquel misterioso mago.

Pero una noche convió todo. Estaban trabajando en la biblioteca más tarde de lo normal Zorim se había subido a una escalera móbil e intentaba bajar de ella con cuidado para no dañar el pesado libro que llevaba en brazos. Éste libro fue en su tiempo un bloc de notas de Grehamus, no parecía muy importante.

Y entonces uno de los clavos que sostenian la escalera no pudo aguantar más el peso del enano y del libro y se soltó. La escalera se inclinó lijeramente, pero con brusquedad, hacia un lado y el ruido hizo que los otros se sobresaltaran.

El enano intentó recuperó el equilibrio pero una de las páginas del libro se soltó y cayó en cima de la mesa, encima de Pachi.

Este no pudo evitar mirarla y se quedó helado.

-¡Gri, corre, ven aquí! -exclamó con cansancio- ¡E encontrado algo!

Gri y el resto fueron hacia Pachi y éste les mostró el amarillento folio.

En el medio de la página se veía un dibujo muy esquemático hecho con tintas anaranjadas y negras una espécie de cuerpo humanoide oscuro rodeado de una aura llamas.

-No hay ninguna letra -observó el enano.

-¡Espera! -dijo la elfa- ¡Dame el papel!

Pachi se lo cedió, ella lo acercó a una vela y pronunció unas palabras inteligibles.

De pronto aparecieron en la página un montón de runas de color azul.

-¿Qué demonios has hecho? -le preguntó el enano a la elfa.

-Descifrar un código. Es un antiguo hechizo de ocultación.

Larenlië empezó a leer pero se dió quenta de que el texto empezaba en alguna página anterior. Así que estuvieron un rato buscando la página. Al fin la encontraron. La elfa tragó saliva y empezó a leer:

-"EL DEMONIO DE LAS SOMBRAS. Éste es el resultado de dos años de búsqueda. Se a sacado información sobre éste hecho de mano de algunos magos conocedores del suceso.

Uhclat fue un prometedor mago elfo que después de vivir traumáticas experíencias cómo la muerte de su mujer o la desaparición de su hermano hicieron que cojiera fobia a morir.

Durante unos quatrocientos siglos estudió la forma de lograr la inmortalidad y al fin halló la forma.

Descubrió que creando un demonio, un hecho casi imposible, juntando un elemental con otros espiritus podía modificar su estructura psiquíca mediante un ritual. De esta forma conseguiría adueñarse del demonio y establecer con él un vínculo que le proporcionaría la inmortalidad.

Mucho se preparó para hacer aquel ritual, en absoluto silencio. Pero su hija Jah descubrió el misterio y se lo contó a su hermano Belm.

Los dos intentaron disuadir al padre pero este, en un ataque de locura, se enfureció y mató a Belm.

Uhclat empezó el ritual pero justo cuando se encontraba en su apogeo apareció Jah que intentó detenerlo.

Aún no se sabe lo que ocurrió pero parece ser que el demonio se descontroló y mató a Uhclat y a Jah.

Este diabólico ser destruïó algunos pueblos vecinos. Pero los mago elfos actuaron con rapidez y utilizaron una antigua piedra mágica provinente de las tierras élficas. Era llamada con el nombre de la Piedra Oscura.

Estos mágos fueron a su encuentro y mediante unos hechizos consiguieron atraparlo dentro de esa piedra.

Por seguridad decidieron esconder la piedra en el palacio real de los elfos. Pero por culpa de un conflicto civil tuvieron que trasladarla de lugar. Hasta ahora la piedra y sus guardianes han desaparecido. Pocos son los magos que conocen de su existéncia. Y muchos menos los que la han buscado sin encontrarla."

Larenlië paró de leer. Todos se quedaron en silencio. Fue Gri quien rompió el hielo:

-Lo tenemos... ¡Lo encontramos!

Pachi se lanzó en una silla y respiró hondo. Tanto tiempo de busqueda...

Fueron a dormir y a la mañana siguiente se pusieron en contacto telepático con el Gran Mago para relatarle lo sucedido:

-¡Felicidades! -exclamó el Gran Mago en sus mentes.

-Una pregunta, mi señor. -le questionó Pachi- ¿Qué és esa isla élfica que describe Grehamus?

El elfo tardó en responder:

-No sé mucho de ella... Nadie se a aventurado a ir allí... Por lo que sé es de dónde provenimos los elfos. La llamaban algo así cómo Heredrevë, la Isla del Sol Naciente. Ni nadie sabe el motivo por el qual nuestros antepasados la abandonaron.

-No sabia qué ustedes provenían de una isla -dijo Gri- Creía que provenían de una tierra del este.

-Si, son pocos los qué la conocen. Incluso muchos elfos la consideran un mito... Ahora que habéis encontrado éste texto esa leyenda es real.

-¿Pero allí podríamos encontrar rastros de la piedra mágica? Porqué si proviene de allí...

-Nosé... No os lo recomiendo...

-Pero si Drehem aún no la a encontrado puede que la busque allí. -objetó Larenlië.

-No me parece sensato.

Se despidieron del elfo.

-Yo iré -dijo con resolución Gri.

-Y yo te seguiré -le dijo Pachi poniéndole una mano en la espalda.

-Y yo también -dijo Zorim que habia estado observando la escena.

-¡No! -exclamó la elfa- ¡No podemos ir! ¡El Gran Mago...

-Me da igual lo que diga el Gran Mago. Ahora ya sabemos que esa isla es real y puede que allí encontremos lo qué buscamos -dijo Gri.

-¡¿No ves que es una locura?! -dijo la elfa, alarmada.

Gri la miró a los ojos. A la elfa le costó aguantar aquella mirada tan penetrante del humano.

-Pues bien, no vengas. Nadie te obliga... Pero... piensa en esto. Puedes quedarte aqui, encerrada sin hacer nada. O ir a tu tierra natal para salvar el mundo. ¿Qué prefieres?

La elfa se quedó sin saber qué decir. Pero al fin suspiró con resignación:

-Esta bien... prometí al Gran Mago qué os ayudaría. ¿Pero qué haré con mi aprendiz? No puedo llevarlo.

-¡Carai! No sabia que tuvieras un aprendiz. -exclamó Gri.

-Si, es un elfo de la nobleza llamado Fulmuën, de la casa de los Abetos. Motivo de más para no llevarmelo.

-¡Bah, bobadas! ¡Traetelo! -dijo Pachi.

-No lo traeré. No quiero ponerlo en peligro.

-Eso, eso -dijo Zorim- No quiero otro elfo más de compañero.

Larenlië hizo caso omiso al comentario del enano.

-¿Crees qué está demasiado lejos la isla? -le preguntó Gri a la elfa.

-No lo sé. Bastante supongo.

-Pues tendremos que cojer un barco rápido.

-En las islas Polleam hay buenos barcos de esos. El problema son los piratas. -observó Pachi.

-No -dijo de pronto Larenlië- Con un barco élfico. Son los más rápidos y ligeros.

-Pero hay pocos... -dijo Gri.

-Y caros de conseguir -completó Pachi.

-Mmm... Podríamos comprar un barco humano y aplicarle hechizos de resisténcia y velocidad.

Los otros asintieron pero Zorim tenía sus dudas.

-¿Y el dinero?

-No hay problema -explicó la elfa- La torre tiene bastantes fondos. Mañana viajaré a las islas Polleam. Ya conseguiremos un barco veloz. ¡Venga! ¿Quando marchamos?

-Mañana -dijo Gri.

Empezaron a preparar el equipaje.

No supieron que Fulmuën, el aprendiz de Larenlië, les estaba espiando y qué estaba dispuesto a seguir a su mentora allá a dónde fuese.

sábado, 18 de octubre de 2008

LA PESADILLA

El cap. 2:

CAPÍTULO 2: LA PESADILLA

Se encontraba en un verde prado junto a Pachi y a Zorim. A su derecha había una cadena de montañas enblanquecidas por la nieve. A su izquierda se extendía un claro riachuelo y más allá un extenso bosque. Al lado de este se establecía una pequeña aldea. Algunas cabras salvajes saltaban por entre las rocas mientras que una majestuosa aguila volaba en circulos por el cielo azul buscando a alguna presa. Los habitantes del lugar trabajaban con tranquilidad y alegría.

Y entoces ocurrió algo. Esa tranquilidad y felicidad desapareció. La tierra temblaba como si mil tambores tocaran. Apareciero oscuras nubes en el cielo que taparon el sol. Todo era oscuridad. Las casas de la aldea se derrumbaron. La gente corría, gritando. La nieve de las montañas se desprendió, sepultando a las cabras. El bosque empezó a arder con furia. El agua del riachuelo se convirtió en un río de fuego y lava. La avalancha de nieve se derritió y caió por la falda de la montaña, arrastrando a los pueblerinos hasta el fuego. El río crecía por momentos.

Los tres subieron por la montaña, sin parar, con la lava pisándole los talones. Se ahogaban con los humos tóxicos del fuego. Zorim tropezó y caió al suelo. Quisieron ayudarle pero el fuego se le hechó en cima, desapareció. Continuaron subiendo.

Llegaron a la cima. La lava lo había rodeado. No había escapatória possible en aquel islote.

El trozo de tierra en el que se encontraba Pachi se derrumbó. El joven se agarró en la roca. Lo sacó de allí. Pero luego vió el fuego había prendido sus ropajes. Su amigo empezó a arder, gimiendo de dolor. Rodaba por el suelo pero solo conseguía avivar las llamas.

Desesperado quiso ayudarle. Lanzó hechizos de aquiáticos pero no le salían. Se miró las manos. Eran las de un viejo, arrugadas y marchitas. Su amigo se consumió. Dejó de gritar.

Se jiró. Larenlië, la elfa, estaba allí, observándole con horror en la mirada. Le mostró un espejo, su cara se reflejava en él. Se le cortó el aire. Era la cara de un viejo demacrado, de pelo blanco y con la cara surcada de arrugas. Del espanto que sufrió él se le caió el colgante que le había regalado ella. Se rompió en mil pedazos.

Un velo de llamas saltó sobre la elfa. Desapareció.

Miró a su alrededor.

Entonces, de entre el océano de lava, emergió una enorme sombra, más oscura que cualquier otra. La rodeaban las llamas. Sobre su espalda se encontraba Drehem, sonriéndole con malicia.

La sombra abrió los ojos, unos ojos rojos cómo la sangre, y lanzó un rugido lacerante, terrible.


El mago negro le susurró algo al ser. Ese se fijó en él y se le lanzó encima.

Gri se levantó gritando. A su alrededor todo estaba en silencio, era de noche. Se miró las manos. No eran las de un viejo. Suspiró, estaba sudado. Se tranquilizó todo lo que pudoya que no era más que una pesadilla.

Pachi, que montaba guardia, corrió a su lado.

-¡Gri! ¿Estás bien?

El joven tardó en responder.

-Si -le susurró- Pachi...

-¿Qué?

-He tenido una pesadilla...

-¡Ah, solo era eso! -respiró aliviado Pachi.

Gri le miró a los ojos. Pachi vió qué había algo más.

-No era una simple pesadilla -dijo Gri con seriedad- bueno, eso creo...


-¿Que quieres decir? -le preguntó Pachi, intrigado.

-No sé -dijo, dudando, Gri- era demasiado real... cómo si viera el futuro...

-Una premonición...

-¡Eso!

Pachi le preguntó qué aparecía en aquella pesadilla. Gri se lo contó todo, lo mejor que pudo. Los dos magos se quedaron pensarivos un rato.

-Una premonición... -dijo Pachi, al fin- Nada bueno es lo que cuentas.... Puede que sea el futuro, puede que no... Deberíamos descubrirlo... Claro que no siempre las premoniciones son acertadas...

-No, no debemos -dijo Gri- Tenemos que pillar a Drehem.

-Pues yo creo que deberiamos abandonar la persecución, solo un tiempo. Más valdría saber si eso era una simple pesadilla o otra cosa...

-Pero...

-Te recuerdo que Drehem aparecía en la pesadilla, junto a un poderoso ser que parece acatar sus ordénes. Eso no es nada bueno...


-Pues... ¿A dónde iremos? Se que hay magos que entienden de premoniciones pero esto es demasiado íntimo. Parece que Drehem está ideando un plan. ¿Sabes de alguien al que podamos consultar? ¿Alguien de confianza?

Se quedaron en silencio. Al fin Pachi contestó:

-Si, se de alguien. Tú ya lo conoces. ¿Te acuerdas del Gran Mago de la escuela del Bosque de las Bayas?

Al principio no supo de quién le hablaba pero al fin se acordó de aquel elfo, amigo de su primer maestro, que les había acojido en su torre.

-Si -respondió Gri.

-Pues él ha publicado algunos trabajos sobre premoniciones. Podríamos acudir a él. Es un bien hombre... ¡Digo elfo!

-Si... Deberíamos ir a él... No esta demasiado lejos el bosque.

-Muy bien, que así sea. Pero tenemos un problema.

-¿Quál?

-¿Aún no lo sabes? -dijo con ironía Pachi mientras señalaba al dormido Zorim que roncaba profundamente- Los enanos no se llevan muy bien con los elfos.


Los dos se rieron. Aun así Gri no estaba nada relajado pues un sudor frío recorría su espalda.

A la mañana el grupo se desvió de su ruta, que hiba en dirección noroeste, hacia el norte.

Cavalcaron durante siete días por un camino. Zorim tenía que compartir montura con Gri. Este último no volvió a revivir aquella horrenda pesadilla.


Se dirigían hacia Horns, un pueblecito humano que se encontraba cerca del Bosque de las Bayas.

Quando llegaron al pueblo se hospedaron allí un día y continuaron su camino.


Cuando ya hacian dos o tres horas de camino fue cuando llegaron a la entrada del denso bosque y Zorim estaba visiblemente muy incómodo, no le gustaba la idea de visitar a los elfos.

-¿Dónde estará la entrada? -preguntó Grii.

-No lo se... -le respondió Pachi- Pero algo me dice que es por allí. -dijo señalando hacia un punto lejano del bosque.

-¿Cómo lo sabes? -le dijo Gri.

-¡Bamos! -exclamó Pachi- Has estudiado mágia. ¿Es que no sabes como es la intuición de un mago?

Continuaron hacia el punto que había dicho Pachi. No parecía ser algo diferente al resto.

-¡Elfos! -gritó Pachi hacia los arboles- ¿Podemos pasar?

Estuvieron esperando una respuesta, en silencio.

-¡Identificaros! -grito una voz cantarina.

-Soy el mago Gri -dijo este- El es el mago Pachi y él Zorim de la casa de hierro. Venimos a visitar al Gran Mago, somos amigos suyos.

-¿Un enano? -dijo con desprecio la voz- ¿Creeis que habriremos a un...

-Disculpe, señor -dijo con emfado Zorim- ¡Si usted ttiene algún problema conmigo no se esconda como una apestosa rata y venga aquí!

Los dos jovenes magos trataron de contener al enano, tardaron bastante pero al fin lo calmaron.

-Si queréis entrar -continuó aquella élfica voz- primero tendremos que hablar con el Gran Mago. ¿Que les digo?

-Que los aprendizes de Brambleburr estan aquí. Y que este enano es nuestro amigo y compañero y que no os ará daño alguno -recitó Pachi.

-Esperad aquí -dijo el elfo- Y no intenteis entrar pues os vijilamos.

Esperaron hasta el mediodia. Cuando al fin el elfo volvió.

-He hablado con el Gran Mago. Podéis pasar y os envía a una servidora suya para que os guie hasta él.

De pronto se hoyo un extraño crujido. Las ramas y trancos de dos árboles que tenían delante empezaron a separarse. Era una puerta. El camino hacia la ciudad. El grupo entró.

Les esperaban un grupo de elfos que hablaban entre ellos en su idioma, una lengua que parecia el canto de un pájaro, el sonido de una harpa.

Cuando llegaron junto a los elfos el capitán de ellos les dijo:

-Esta es la enviada del Gran Mago.

La elfa de quién hablaban se les acercó. Tenía el pelo casaño, le caía en cascadas, y no vestía con ropajes de camuflaje cómo el resto de los guerreros sinó que llevaba una túnica gris, la túnica de un mago.

Levantó la cabeza y miró a Gri con sus ojos esmeraldas. Parecía ser jóven y muy bella. Éste la reconoció y se quedó pasmado. Era Larenlië, su amada.

-Hola, me a enviado el Gran Mago -dijo la elfa con su musical voz- Seguidme.

Ella silvó y entonces aparecíó de entre los arbóles un corcel. Montó a él y se fue por el camino. La siguieron.

La elfa parecía ignorar a Gri, cómo si fuera un viajero más. Pero él sabía que no era así, lo había visto en sus ojos.

Pachi se fijó en que Gri estaba preocupado. Le miró a los ojos y éste le devolvió la mirada. Entendió lo que le sucedía.

Siguieron por el camino hasta llegar a la orilla de un río. Había unos elfos que guardaban un puente levadizo. Larenlië habló con ellos y bajaron el puente para que cruzaran.

Continuaron por un camino durante una hora. Alfin legaron a la empalizada que protegía la ciudad élfica de Lemarelán. El portón estaba cerrado. La elfica llamó, y entregó sus pases por una mirilla abierta. Y al fin entraron.

Gri observó que la ciudad no había canviado mucho. La gente seguía viviendo en los árboles.

Los elfos que había en las calles señalaban al enano, con cierto asco. Éste se mantenía altivo y orgulloso.

Recorrieron las calles hasta llegar a la plaza en dónde se encontraba la torre de hechizería y el palacio. Era de piedra, alta y delgada, cómo los jóvenes la recordaban.

Desmontaron y llamaron a la puerta, habrieron y esperaron en el bestíbulo.

En seguida se materializó ante ellos el Gran Mago. No parecía canviado aún tener más de setecientos años.

-¡Bienvenidos, amigos míos! -exclamó- ¡Si que habéis crecido! ¿Cómo os van las cosas?

-Estamos persiguiendo a Drehem... -dijo con frialdad Pachi.

-A, ya... ¿Y qué os trae a la torre?

-Queríamos consultaros algo -dijo Gri- Una premonición.

El elfo pareció interesarse por las palabras de Gri.

-Una premonición... Pues será mejor que paséis a dentro. Siento deciros que no me podré estar demasiado tiempo aquí. Gelgir IV, la reina de los élfos, murió hace dos días ¿Lo sabíais?

-No -dijo Pachi con asombro- ¿Cómo?

-No se sabe aún. Parece ser que de forma natural. Su hijo y heredero, el joven Faluom, me a llamado para que venga a ayudarle a mantener el reino en orden. Me marcho mañana.

Siguieron al mago hasta una puerta de la tercera planta.

Era una pequeña y oscura sala circular, entapizada y llena de cojines.

Se sentaron al suelo.

-Bién, contadme.

Gri le relató su pesadilla. Al terminar todos se quedaron de piedra helados. El Gran Mago empezó a cavilar.

-Si... Parece ser una premonición... Y no muy biena... Aunque no todo lo quue aparece tiene porqué suceder. Suele ocurrir que esto es muy simbólico.

-¿Pero qué puede significar? -preguntó Pachi.

-Varias cosas... -dijo con inseguridad el Gran Mago- Drehem parece que conseguirá imbocar a algún poderoso ser... Un demonio parece ser.

-Pero el demonio que aparece en la pesadilla es enorme i ningun demonio puede llegar a estas proporciones -objetó Gri.

El elfo se quedó un rato sin saber qué decir.

-No conozco de ningun demonio asi... ¡Espera! ¡Claro! En la biblioteca vieja hay una sección en la que se encuentran un montón de libros antiquisimos sin clasificar. Muchos de ellos son de uno de los primeros magos humanos, Grehamus, que se interesó mucho por el campo de lo demoníaco. Registró bastantes profecías de demonios y otras cosas. Podríaismirar allí... Larenlië os ayudará mientras yo no esté.

-Será un placer, mi señor -reverenció la elfa.

-Pues bien -sentenció el elfo- Iré al Bosque de las Estrellas. Espero no tardar mucho. El príncipe Faluom tiene enemigos en la corte. Pero en principio no hay nada que temer. Espero que encontréis las respuestas.

Ya salían de la habitación pero entonces les interrumpió la voz de Zorim, que seguia acomodado en un cojin:

-Disculpadme Gran Mago. Mi pueblo no sabe nada de magia, ni confian en ella. Yo no es que sea una excepción pero... e de deciros algo. Ese ser, sea lo que sea, parece muy poderoso y yo creo que toda la destrucción que aparece en el sueño de él es responsable. Y si ese mago negro consiguie dominarlo como parece... Bueno... si yo fuera él me haría el dueño del mundo. Así que yo aconsejaría que fueramos con pies de plomo.

-Tienes razón -afirmó Pachi girandose hacia el Gran Mago- Señor, deberíamos estar en contacto y avisarnos mútuamente de los sucesos que ocurran.

-Estoy de acuerdo, Gri. Pero que nadie comente nada de lo que aqui hemos hablado y acordado.

-¿Pero y Drehem? -dijo Gri.

-No os preocupéis -tranquilizó el Maestro- Conseguiré algunos magos que lo rastreen y entorpezcan sus pasos.


Esta vez si, salieron de la sala.

Larenlië los gió a cada uno a su habitación. El último fue Gri. Ella se comportó como si nada le ocurriera, mostrandose cordial. La elfa ya se hiba de allí pero Gri aprovechó aquel momento de intimidad para hablar con ella:

-Veo que te vas sin decir nada. -dijo Gri mientras la arrinconaba contra la puerta cerrada.

-Oh, vamos Gri. ¿Pero qué quieres que te diga?

-No sé. Creía qué despues de lo ocurrido te mostraras al menos amistosa. Vale me equivoqué, cometí una estupidez... pero me perdonaste...

-Te perdoné y sigo perdonándote pero... ¡Has crecido tanto!

-Ya no pareces la misma que me dió esto...

El joven se sacó el colgante azul que llevaba escondido entre los plieges de la ropa y se lo mostró a la elfa.

-El colgante... -dijo ella con nostálgia- Aún lo conservas...

-Es lo que me a dado fuerzas para seguir adelante -dijo él acercándose más a ella.

La elfa, de pronto, le dió un empujón y salió corriendo de la habitación. Gri no supo qué hacer. No intentó seguirla. Simplemente se hechó a la cama e intentó descansar aún sabiendo que no podría.

lunes, 13 de octubre de 2008

REUNIÓN DE MAGOS

Bueno pues este es el 1r capítulo del segundo "libro". Se llama LA PROFECÍA DEL MAL. Antes, pero, os ago un micro resúmen del 1r libro:

Gri es un joven humano que pierde a toda su familia y es hecho prisionero pero es liberado por el mago Brambleburr y su aprendiz Pachi. El primero propone a Gri convertirse en aprendiz suyo y éste acepta.

Corren diversas aventuras hasta llergar a un bosque élfico en donde Gri se enamora de una bella elfa llamada Larenlië. El joven descubre que no pueden estar juntos pero aún así la besa.

Continúan sus aventuras hasta llegar a Altaim en donde un mago negro, Drehem, mata al Maestro. Este en su último aliento hace prometer a Gri y a Pachi que irán en busca de un antiguo mago, el Ermitaño, para que los entrene.

Cuando lo encuentran empieza el adiestramiento. Y ya esta:


CAPÍTULO 1: REUNIÓN DE MAGOS

El joven entró en la caverna. Tiró el montón de leña en una esquina, intentando no estorbar la meditación del Ermitaño. Pero este, sin abrir los ojos, le habló:

-¿Sabes que ocurre mañana? -le preguntó.

-No... -dijo el joven.

-Mañana cumples dieciocho años. Mañana te hirás...

Gri se quedó sin habla, ya ni se acordaba de su cumpleaños.Casi había olvidado cuántos años tenía.

-Eso parece... ¿Pero y tú, Maestro? ¿Te quedaras en este agujero el resto de la eternidad?

Gri esperaba una reprimenda pero el anciano no respondió enseguida, se quedó pensativo.

-No... Yo también marcharé. Mi hora a llegado... Mañana nuestros caminos se separan pero después volveran a cruzarse. Dices que tu Maestro te envió a mi para que te revelara tu destino... En realidad sólo soy un puente... Serás tú quién deberá descubrirlo. Recuerda esto...

El joven se quedó sin entender las enigmáticas palabras del Ermitaño. No supo qué decir para romper ell hielo.

-Voy a preparar el equipaje. -dijo al fin.

-Bien...

Puso en su macuto diversas pócimas y hierbas medicinales. Llenó una bota con agua y reunió víveres suficientes para unas semanas. También puso otros objetos útiles cómo un pederñal, una pequeña sartén, etc. Se equipó con una rodela de cuero y un jubón. Cojió su pesada capa de pieles y un cuchillo de monte. Además preparó a su nuevo caballo, Viento, para el viaje. Pero sobretodo no se olvidó de ponerse un colgante con una piedra azul tallada en forma circular, la piedra de Larenlië, la elfa, su amor, lo que le había dado fuerzas para seguir.

Después de todo esto se fue a dormir.

Despertó en una clara mañana de invierno. Los pájaros del pequeño valle cantaban y el agua de la cascada caía con tranquilidad.

Desayunó con el Ermitaño. Cómo siempre en silencio.

-Felicidades -deseó con sinceridad el viejo, sonriendo.

-Grácias -dijo con alegría Gri.

Acabó de preparar su equipaje y ensillar a su caballo. Estaba en la entrada de la cueva. El Ermitaño lo observaba desde la entrada.

Finalmente, cuando Gri se disponía a montar, el anciano lo interrumió.

-Espera... -dijo entregándole un especie de palo envuelto en un pañuelo- He hecho esto para ti. Pruebala.

El joven lo cojió y retiró el trapo. Era una espada, con su beina y su cinturon. No era especialmente bonita. Pero cuándo la blandió descubrió que se adaptaba perfectamente a su mano y fuerza.

-Si quieres -continuó el Maestro- puedes escribirle runas de hechizos, es una espada mágica.

-Muchas grácias -dijo el chico, emocionado.

Se abrazaron. Gri montó a su caballo. Antes de hirse se giró hacia el Ermitaño.

-Adiós, Maestro.

Espoleó a su caballo y se fue de allí, quizás para siempre.

-Hasta siempre... Gri... -dijo el mago cuando ya no podía hoirle.

El hobre agarró al rubio enano por el cuello mientras lo estampaba contra la pared del oscuro callejón.

-¡Ya estoy harto de ti, escoria! -dijo el humano- Ya que no tienes el dinero te lo haré passar bien. ¡Te juro que por la mañana tus pelotas colgarán de una farola! ¡Aguantadlo!

Sus dos compañeros obedecieron. El otro se sacó un cuchillo.

-Te juro que te lo daré todo mañana -suplicó el enano- Sólo dejame dos horas.

-Si, eso dijiste hace una semana -dijo el hombre con rábia- Ya es tarde, Zorim...

El matón se dispuso a acuchillar al indefenso enano.

-¡Eh! ¿Por qué soys tres contra uno? A mí no me parece demasiado justo...

Los bandidos y el enano se giraron hacia la salida de el callejón. Una figura envuelta en una capa y encapuchada los observaba. Los cuatro se sintieron extrañamente incómodos.

-¿Se puede saber qién eres tú? ¿Qieres recibir tú también? -dijo con nerviosismo el jefe.

-No, simplemente pasaba por aquí y bueno. Creo que deberíais soltarle. -dijo la figura.

-¿Crees que tienes derecho a mandarnos? ¿Y quién eres tú si se puede saber? -exigió el bandido.

La fiigura se quitó la capucha. Era un joven humano de pelo castaño y despeinado. Este miró fijamente a los ladrones con sus ojos marrones.

-Solo soy un mago...

Los hombres se quedaron paralizados del terror y salieron corriendo, perdiéndose en la oscuridad.

El chico ya se hiba pero el enano le habló.

-Muchas grácias. ¿Cómo te llamas?

-De nada, soy Pachi...

-Te saludo, Pachi. -dijo el enano haciendo una reveréncia- Mi nombre es Zorim, de la casa del hierro. Por favor, acepta mis servicios en pago de tu ayuda.

El joven se quedó pensativo un rato.

-De acuerdo, cómo quieras. Pero antes una pregunta ¿A quién eres leal? ¿Trabajas por alguien? No mientas pues puedo leer tu mente...

El enano no sabía que el mago no tenía influéncia mágica sobre él por ser de aquella espécie anterior a la magia misma. Pero cómo Pachi vió que era un inocentón se aprovechó. Así que no mintió.

-Pues... Soy leal a mi buen rey Thork. En realidad estoy desterrado por un pequeño lío, pero bueno... -se carcajeó Zorim- Ahora, además, he ganado la confianza de Eugenius II, rei de Orvingut. Precisamente debo llevar unos informes a un mensajero.

-Vale... ¿Dónde?

-En la posada La Cantina.

Gri estaba sentado en la barra, mirando su profundo vaso de cerveza. Esperaba al Chivo, que le tenía que ofrecer informacion sobre un mago negro.

Se abrió la puerta. A Gri no le hacía falta girarde para saber quién era.

Aquel espía humano llamado el Chivo se sentó a su lado.

-¿Lo tienes? -preguntó el joven.

-Claro. -dijo otro entregandole un sobre y frotandose su canosa barba que le daba aquel apodo- Nunca he fallado.

Gri le dió el dinero qué pedía. Leió el papel. Acto seguido lo estripó y lo lanzó al fuego de una chmenea.

-¡¿Pero qué haces?! -exclamó el Chivo.

-Pues porqué nadie debe saber de esto y no necesito ningún papel en mi equipaje mientras me acuerde -simplificó el joven.

El Chivo le dió más información complementaria.

En ese momento sintió una presencia que le era conocida. Esta vez si se guiró. En la puerta estaba Pachi, acompañado por un enano. Gri se volvió otra vez y disimuló. El otro parecía no notar su presencia. El hechizo que había creado funcionaba.

Pachi y el enano se acercaron al Chivo. Este les habló de algo que Gri no entendió muy bien, el enano le entregó unos documentos al espía.

El Chivo se largó de allí. Cuando los otros ya se hiban, Gri desactivó su hechizo de antipercepción y dijo algo suficientemente alto cómo para que Pachi le hoiese:

-¿No te hirás sin saludar a un amigo...?

Pachi se paró en seco y giró la cabeza hacia Gri. Este se giró otra vez.

-Maldito -murmuró Pachi sonriendo- Creía que haún estabas con aquel vejestorio.

-Habla bien de tu Maestro -dijo Gri con seriedad- Le debes mucho...

Se habrazaron cómo buenos hermanos.

-¿En qué andas últimamente? -preguntó Gri, separándose.

-Pues estoy persiguiendo al mago maldito... -escupió el otro.

-Ya somos dos. ¿Me permitirías venir con tigo para darle caza?

-¡Claro! ¡Cómo en los viejos tiempos! -soltó, riendo, Pachi.

El otro se le unió.

-Por cierto -le contó Gri- He conseguido información sobre el maldito. Me la ha dado el Chivo. Se encuentra en la zona sur. Pero no me ha sabido concretar dónde.

-Pues vaya...

-Y además -continuó Gri- dirige un grupo de bandidos bastante numeroso. Para conseguir más información debemos hir en antro llamado El Pez Bailón, en dónde se dice que se reúnen. Pero se debe tener mucho cuidado. Si vamos allí tenemos que ir de incógnito.

-Vale. ¿Cuándo vamos?


-Esta noche...

-A por cierto -dijo Pachi señalano al enano- Este es Zorim, se nos a unido al grupo.

-Encantado, Zorim -dijo Gri tendiéndole.

-Lo mismo digo -contestó el otro estrechándola.

Gri pudo comprobar en sus própias carnes que el enano tenía un fuerte apretón...

Durabte la noche los dos magos, sus caballos, y el enano recorrían en silencio las oscuras calles. Les seguía el Chivo con un grupo de cinco guardias de Grams. Estos querían aprovechar para levantar la redada contra los ladrones.


Se escondieron en un callejón cercano a la taberna.

-Esperadnos aquí... -susurró Gri al Chivo y a los guardias- Si tardamos más de media hora o hoís alboroteo, entrad.

-Muy bien -dijo el Chivo.

Los tres fueron hacia la entrada al establecimiento. Un vijilante que se encontraba en la puerta. Les registró. Aúnque les vió las armas hicieron un hechizo de olvido. Les dejó pasar. Antes de esto, Gri aplicó al grupo el hechizo de antipercepción para que el mago negro no les detectase.

La ciudad de Grams estaba callada. Por aquellos barrios marginales solo rondaban borrachos que se habían olvidado de cómo volver a casa. Aún así quando llegaron a la taberna del Pez Bailón la cosa canvió.


Era un antro de paredes roñosas en dondes abunaban las ratas. Las prostitutas se sentaban en las sillas, en las mesas o en la falda de algún cliente. La mayoría estaban borrachos. Dos de ellos habían empezado una pelea y se les habían unido unos cuántos más. Unos músicos tocaban una alegre canción.

Los dos jovenes y el enano se sentaron en una discreta mesa. Al cabo de un rato llegó un camarero, pidieron una ronda de cerveza. No llevaban ninguna protección. Los chicos llevaban sus espadas bien escondidas, el enano tenía un martillo de guerra bajo la capa. No llamaban la atención.

Se les acercó una prostituta que les ofreció su compañia. El enano tuvo que rechazarla, a regañadientes.

Pachi formuló un hechizo auditivo y se puso a escuchar a los parroquianos. De mientras Gri hizo un hechizo de visión mágica. Al cabo de unos minutos pararon.

-Seguro que los bandidos son estos -afirmó Pachi.

-He visto una puerta que no está vigilada -dijo Gri- se encuentra destrás de estos barriles. No se a dónde conduce...

Los jovenes miraron al enano que estaba fumando en una pipa de maiz. Este se dió quenta de sus miradas y sospechó algo.

-¿Qué?

Y ya tenemos a Zorim escurriéndose por entre la gente. Por suerte los magos le aplicaron un hechizo que impedía que hiciera ruido al pisar el suelo.

El enano abrió la puerta. Había una escalera, oscura y zigazageante. Empezó a bajarla. No se dió quenta de que alguien cerraba la puerta detrás de él.

Los chicos vieron que orim tardaba demasiado.

-¡Maldito enano! -exclamó Pachi- ¿Que le abrá pasado?

-Deberíamos ir a ver. -sugirió Gri- si lo an pillado es posible que igualmente les cuente que estamos aquí. Es mejor ir hacia el peligro que quedarnos aqui sentados...

-¡Pues a que esperamos! -dijo Pachi levantándose del tamburete.

El enano llevaba un día horrible. En la mañana tres matones casi le mataron. Y ahora esos mismos matones estaban allí delante de él, que estaba atado en una silla y desarmado.

-¡Pero, amigo! ¡Te digo que te lo pagaré todo! -decía Zorim, sudando cómo un cerdo- ¡Solo dame cuatro días más!

-Ya te he dicho que es demasiado tarde, enano... -dijo el bandido.

Se habrió la puerta de la oscura sala. Entró alguien envuelto en una capa negra, oculto tras una capucha, escoltado por dos hombres. Los bandidos hicieron una reveréncia ante aquella figura.

-¿Ese es el espía? -dijo el encapuchado en tono burlón con una voz cruel.

-Si, mi señor...

-¡Eh! ¡Respeto por los cautivos! ¡Soy un prisionero de guerra! -exigió el enano.

-Con que prisionero de guerra ¿eh? -se carcajeó el hombre tirándosese la capuchahacia atrás- ¿Y que harás, prisionero?

Tenía la mitad derecha de la cara llena de quemadas. El enano se quedo horrorizado y dudó al ablar.

-Pues... ¡Mis amigos te darán una paliza!

Los hombres rieron con ganas.

-¿De verás? ¿Y se puede saber dónde están esos "amigos"?

-Detrás de ti...

Al mago negro se le heló la sangre. Todos se giraron hacia la puerta. Pachi y Gri estaban allí, empuñando sus hierros.

-Vaya, vaya, vaya... ¡Pero quiénes han llegado! ¿Cómo os van las cosas, mocosos?

-¡Pagarás por todos los males que has hecho, Drehem! -dijo Pachi.

-Ya lo veremos... -les desafió el mago negro mientras desenbinaba su espada- ¡Matadles!

Los cinco hombres obedecieron. Drehem lanzó un fogonazo de luz verde. Gri blandió su espada y golpeó al rayo. Rebotó y se partió en dos. Dos de los bandidos cayeron al suelo, fulminados.

Pachi atacó al mago negro con un hechizo de fuego. El otro lo esquivó con facilidad. Gri luchaba contra los tres enemigos restantes.

Zorim vió una espada de un caído. Hizo fuerza y se lanzó, atado a la silla, al suelo. Empezó a arrastrarse. Llegó a dónde estaba el arma. La cojió y empezó a cortar las cuerdas.

Gri había matado a dos bandidos. El tercero escapó hacia la puerta. Ya casi había llegado cuando algo le golpeó en la espalda. Caió de bruces. El enano estaba encima de él, con su martillo.

-¡Piedad! -suplicó el hombre.

-Ya es tarde... -dijo Zorim descargando un golpe contra la cabeza del hombre.

Pachi y Gri peleaban contra Drehem. El mago negro lanzó un hechizo masivo. Los otros lo repelieron con dificultad. Pararon un momento, estudiándose.

-¿Sabes por qué llevo un guante en mi mano izquierda? -preguntó Drehem a Gri.

El hombre se quitó el guante. Su mano parecía gris. Los jovenes se fijaron más. Contuvieron el aliento. Era de metal.

-¿Sorprendido? -dijo Drehem con odio- Pues esto me lo hiciste tú. Aquella noche en Altaim. Tú me devolviste aquel maleficio. No tuve tiempo de paralo y... Bueno, este es mejor... Así que grácias.

Gri lo recordó todo, imposible borrarlo de su memoria. Él tenía medio pecho hundido por ello.

-Lástima que no te matara... -dijo con frialdad el joven.

Volvieron a luchar. Se hoían gritos y pasos. Los bandidos bajaban. Zorim cerró la puerta y la contuvo. Los humanos se lanzaron contra la puerta. Pero no resistiría mucho porqué no era demasiado amplia. Además se abría hacia dentro.

La puerta cedía. Los borrachos ladrones gritaban al acorralado grupo desde el otro lado. A los jovenes se les agotaban los poderes.

Al fin la puerta cedió. Los ladrones entraron en la sala. Zorim se lanzó hacia ellos. Empezó la pelea.

Al principio los bandidos rodearon al enano. Pero este se zafó de ellos blandiendo su martillo y les hizo retroceder hacia la puerta. Eran bastantes.

La cosa siguió así un rato. Los jovenes magos estaban cansados. Zorim había conseguido contener a los bandidos en la escalera.

Pero de pronto se hoyó un grito que venía de arriba de la escalera:

-¡Bajad las armas en nombre de Grams!

Era la voz del Chivo.
-¡Son las autoridades! -chillo un ladrón.


-¡No retrocedáis! -imperó Drehem- ¡Matadlos!

Gri aprovechó la distracción del mago negro para lanzarle un hechizo. Este lo esquivó con dificultad. Se reanudó el combate. De mientras el Chivo y los guardias bajaron por la escalera y cargaron contra los borrachos bandidos. Zorim se defendía de los que aún querían entrar.

Al fin la presión que ejercia el enano y los guardias fue lo que derrotó a los ladrones. El Chivo y su grupo, junto a Zorim, entraron en la sala.

Drehem se dió cuenta de qué estaba rodeado.

-¡Tira el arma, mago! -le exigió el Chivo- Y te perdonaremos la vida.

El mago negro les sonrió.

-Jamás...

Hizo un maleficio muy fuerte contra los magos. Estos resistieron con dificultad. Antes de poder reaccionar les lanzó un hechizo de terremoto. No pudiron esquivarlo y caieron al suelo.

Drehem aprovechó aquel momento para huir. Dos guardias se interpusieron entre la puera y él. Salieron volando, carbonizados.

Los jovenes se levantaron y corrieron detrás de él. Subieron la escalera. Cruzaron el salon de la taberna. Salieron por la puerta del local. No había nadie.

Se hoyó un rujido y miraron al cielo. Vieron al mago negro montado en una bestia voladora. Gri pateó el suelo, enfadado. Se les había escapado.

sábado, 11 de octubre de 2008

Avance Informativo

Los d peguda estamos pensando en hacer una peli de las aventuras de Gri k kolgaremos en el youtube. Aunk aun es un proyecto...

LAS NIEVES ETERNAS

El ultimo capítulo de la primera parte de la historia. Ahora me tomaré un descanso:

CAPÍTULO 11: LAS NIEVES ETERNAS

A la mañana siguiente Pachi y Gri llevaron al cadáver del Maetro a un promotorio cercano a la ciudad. Allí crearon una pira funeraria y ponieron allí a su mentor. Obraron un hechizo igneo y la hoguera empezó a prender. Nadie más había venido al funeral aunque murió prtegiendo a la señora de Altaim y a todos sus súbditos. Cuando el fuego se extinguió sus cenizas volaron en el viento.

Después de ello los dosmontaron sus caballos y marcharon en dirección norte. Se hiban hacia la Sierra del Hierro dónde se asentaba la ciudad enana de Karhzah.

Por el camino Gri mejoró el dominio de la mágia y la espada gracias a Pachi. Pero no progresó tan rápido de lo que era normal en él porqué el hechizo que casi le mató le había undido las costillas del lado derechos. Era irrebersible.

Tardaron dos meses en llegar. El viaje se alargó porqué, para conseguir comida, tuvieron que trabajar en algunas misiones que les ofrecían en las tabernas de las ciudades humanas.

Al fin, un caluroso día veraniego, divisaron a lo lejos la Sierra del Hierro. Estaba compuesta por unas montañas altas, parcialmente nevadas por nieves perpetuas. Al pie de la sierra había un pueblo enano.

-¿Pero dónde está la ciudad? -preguntó Gri.

-Dentro de la montaña -dijo Pachi- las ciudades enanas casi siempre están bajo tierra.

El otro no se creyó las palabras de Pachi pero no replicó. Había visto cosas muy raras y esto parecía más raconable que, por ejemplo, la existéncia de trolls.

-¿Y por dónde entraremos? -preguntó Gri.

-Nosé... Preguntemos al pueblo ese.

En el pueblo preguntaron por la ciudad. Un anciano lugareño les dió las indicaciones. Subieron por la falda de la montaña por un camíno zigazageante, abandonado. De pronto el camino se hundía en la tierra y paraba en seco ante una pared de piedra totalmente lisa.

-Las puertas enanas... -dijo solamente Pachi- ¡Abrid, enanos!

Parecía algo estúpido hablarle a una pared. Pero debía tener algun efecto sonoro estraño o quizá debido a un pequeño agujero muy bien escondido que los muchachos no podían ver. Pero una voz potente, qué venía de la piedra, les respondió.

-¿Y si no queremos? -se mofó la voz.

-Pues... -dijo Pachi- Derrumbaré la puerta.

Unas vozes empezaron a reirse.

-Eh, qué sólo era una broma -tranquilizó la voz- ¿Quiénes sóis?

-Soy Pachi -se presentó el joven- Este es mi amigo Gri. Somos dos aprendices de mago. Venimos para hablar con el gran rei Throk. ¿Podemos pasar?

Las voz tardó un poco en responder.

Si -dijo solamente.

Se hoyó un crujido y el muro se levantó hacía arriba, dejando ver un oscuro y amplio pasadizo.

Cuando entraron dos enanos les salieron al encuentro. Estaban protegídos con cotas de malla y llevaban hachas de guerra. Los enanos registraro a los jovénes y les quitaron las armas y pócimas mágicas.

Un tercer enano los guió por el pasadizo iluminado por antorchas. El lugar estaba tallado con gran maestría en la roca viva con formas rectas. Había más pasadizos y grutas segundarias. Cuando ya habían avanzado bastante vieron que en las paredes habían tallado puertas y ventanas, eran casas, en dónde se veía a los enanos ocupados en sus actividades artesanales. Los dos viajeros se quedaron maravillados por el laberinto de casas. Pero se quedaron sin habla quando vieron lo siguiente.

Habían llegado a una enorme caverna que se soportaba gracias a una munión de pilares tallados que estaban ordenados en filas, decorados con colosos de piedra. El centro era atravesada por un arroyo subterráneo y este cruzado por un puentecito.

-Kurzhuck, la Caverna Oscura, así la llamamos -dijo el guía contagiado por el entusiasmo de los jóvenes.

Cruzaron aquel lugar y se fueron a un edificio lleno de columnas, tallado en la pared. Dejaron sus caballos a fuera y entraron.

Les condujeron por unos pasillos oscuros hasta que llegaron a unas puertas hechas de hierro protejidas por guárdias. Las cruzaron.

Estaban en una gran galeria oscura. Un chambelán les condujo hasta el otro extremo. Había un estrado en dónde reposaban dos estatúas gigantes. En medio de estas había un trono de mármol. Y en el trono se sentaba un enano ya muy viejo que lucía una corona de bronze.

-Bienbenidos a Karhzah, viajeros. -dijo el enano sentado en el trono- Soy Throk, señor de la Sierra de Hierro y rei de Karhzah ¿Con quénes tengo el honor de hablar?

Los muchachos se inclinaron. El otro no les pidió que se alzaran. Peo lo hicieron.
-Oh, mi señor -empezó Pachi- somos dos aprendizes del mago Brambleburr...

-A si... -interrumpió Throk- ¿Cómo le va?

-Está muerto -dijo solamente Gri.

El rei enano les dió el pésame.

-¿Qué queréis, magos? -preguntó el enano.

-Pues bién -dijo Pachi mientras sacaba el anillo de plata con incrustaciones que le había dado el Maestro y se lo entregaba al enano- Me dió esto para usted. Me dijo que le preguntara dónde vive el Ermitaño...

El enano observó el anillo y suspiró.

-Nunca pensé que llegaría este día... -dijo solamente- Os indicaré dónde se encuentra ese hombre. Pero primero quedaros unos días para reponeros del viaje.

-Pero ¿Por qué debemos hir a verlo? -preguntó Gri.

-Ya lo sabrás... -dijo Thork.

Se hospedaron en la ciudad sólo dos días en el palacio real. Aunque los enanos no veían con confianza la mágia los dos jovenes se adaptaron bastante bien. Los enanos eran gente muy bromista y graciosa. Además pudieron provar su famosisimas cervezas y hidromieles.

Al tercer día se reunieron con el rei enano en la corte.

-Debeis seguir un camino que ya os indicarán. Va al oeste, estas montañas son peligrosas incluso por nuestros mejores exploradores, seguidlo siempre... -dijo Throk.

Después de despedirse del rei un guerrero les guió por un pasadijo que subía un poco. Al cabo de un raro llegaron a una puerta de piedra más pequeña, vijilada por dos guerreros.

Así salieron, con sus monturas bien cargadas de provisiones y con sus armas, de la ciudad.

Uno de los enanos les inicó que dos caminos. El de la izquierda, el que vajaba, al Valle, el antiguo hogar de Gri, y el de la derecha era un camino más oculto y descuidado que subía, el que debían seguir.

Durante ocho eternos días los dos amigos recorrieron el camino que pasaba cerca de peligrosos acantilados y precipicios. Resistieron a tormentas de hielo gracias a los hechizos térmicos que se aplicaban encima. Lucharon sin parar para sobrevivir. Lo pasaron realmente mal ya que en más de una ocasión estuvieron a punto de perecer.

Esa noche, la del octavo día, había una tormenta especialmente densa que impedía la visivilidad. Asi que decidieron parar.

Les costó encontrar un pequeño abrigo rocoso en el que, con trabajos, cabían los chicos y los caballos.

Ni con la mágia mas fuerte consiguieron encender un fuego por lo que tuvieron que aplicar un hechizo calorífico al lugar. Aún así hacía frío.

Un enorme oso de la zona olió a los muchachos y a sus monturas. Este, acostumbrado a encontrar poca comida, se le hizo la boca agua. Hizo un bramido y corrió hacía el lugar.

Pachi era el que hacía guardia aquella noche pero no hoyó al oso porqué el viento soplaba en su contra.

Se había calentado un poco de agua, para sacarse del frío. Bebió un sorbo y dejo el cuenco a su lado. Nada se movía por allí.

Se miró en el reflejo del agua. Su cara estaba sucia del largo viaje, tenía la nariz y las mejillas rojas y trozos de nieve por el cabello.

De pronto el reflejo del agua se distorsionó por culpa de algúna cosa que había golpeado al suelo. Él ni nadie allí se había movido.

Pensó que sería algun trozo de nieve que se había desprendido. Si, era eso.

Pero volvió a mirar al reflejo. Vivraba cada vez con más intensidad. El joven se intranquilizó.

Algo saltó desde afuera del refugio. El oso.

El chico desemfundó su espada. El animal rugió tan fuerte que los caballos despertaron y se encabritaron. No huieron porqué estaban estacados. Gri también despertó, sobresaltado, desenfundando su hierro.

Pachi se defendía del animal. No tenía tiempo de atacarle con hechizos. Gri atacó también. El oso le dió un zarpazo. El joven cayó al suelo.

El oso le quito su espada a Pachi y lo tumbó al suelo. Lo tenía atrapado.

No sabía que hacer. El tiempo se agoaba. Cojió ua piedra del suelo. Apuntó y la tiró a la boca del animal. Acertó.

La bestia se ahogaba entre gimidos. Pachi lanzó un hechizo. El animal cayó al suelo, fulminado.

Pachi fue en ayuda de Gri.

-¡Gri! ¿Estas bien?

-Mas o menos...

El muchacho sólo tenía una leve herida.

Fueron a calmar a sus caballos.

En el noveno día la tormenta amainó. Lo aprovecharon.

El camino empezó a descender drásticamente. Hasta un diminuto valle. Descendieron hasta él.

Llegaron a un bosque, en dónde ya no nevaba. El camino terminaba de repente al lado de una cascada que caía de las montañas y que depositaba sus aguas en un enorme cuenco natural de dónde nacía un río.

Pararon a descansar allí.

Durante la noche Gri, que era el que tenía aquel turno, hoyó un ruido cercano. Al principio pensó que seria algun animal. Pero hoyó que aquello sólo andaba con dos patas y se acercaba.

Desembainó su espada y despertó a Pachi. Ambos se ponieron espalda contra espalda, preparados para atacar. Los pasos se hacían más cercanos. Pararon de golpe. Los dos sintieron cómo una fuerza doblegaba sus manos. Sus espadas cayeron al suelo.

-No teneis porqué temerme... -susurró unaa voz apagada.

-¡Pues muestra tu cara! -gritó Gri.

Apareció, de entre los arboles, un viejo de larga barba. Cuándo se fijaron más vieron que teníua las orejas picudas, un elfo. Pero tenía rasgos muy humanos. Vestía con pieles de animales y ojas secas. Parecía extremadamente viejo pero se mantenía muy altivo. Llevaba un báculo en una mano con el que se apoyaba.

-Soy quién buscais... -dijo el hombre.

-¿Vos soys el venerable Ermitaño? -preguntó Pachi.

-Exacto.

-Un momento -interrumió Gri- Disculpe pero qué es usted. Parece un elfo pero tiene la cara de una persona...

-Es que soy un elo-humano. Mis padres fueron Haerem y Fleien...

Los jovenes se quedaron pasmados.

-Pero -questionó Pachi- en la balada no se habla de ningún hijo.

-Ya... -contestó el anciano- Ningún hijo conocido... Esta balada es muy superficial...

-Pero yo tengo entendido que esto ocurrió hace mucho tiempo. -dijo Gri- Ni un elfo aguantaría tanto. ¿Es que soys imortal?

-Asi es... Renuncié a mi mortalidad para aprender la sabiduría infinita. Hacía tiempo que esperaba vuestra visita. Muchísimo antes de que nacieráis. Soys mi libertad...

Los chicos no entendían las palabras del Ermitaño. Pero el anciano no mentía.

-¿Cómom dice? -preguntó Gri.

-Ya lo sabrás. El destino os a traído aquí. El Maestro os envió a mi para que os entrenara. Y eso haré mientras viva.

Los muchachos estaban desconcertados.

-Uno de vosotros se hirá antes que el otro -dijo el anciano- ya que está más avanzado... El otro tardará más en aprender. Vuestros caminos se separan. ¿Queréis que os entrene cómo pidió el Maestro?

Los dos dudaron pero, al fin, contestaron.

-Si.

Era plenilunio en aquel remoto valle.