domingo, 5 de octubre de 2008

MENTIRAS Y VERDADES EN LA OSCURIDAD


Bueno el capítulo cinco. Pero antes os resumo un poco lo ocurrido:

Gri es un joven que vivia en un remoto pueblo. Un día los orcos atacaron el sitio y lo capturaron.

Entonces un mago, Brambleburr, y su aprendiz Pachi lo liberaron y Gri se convirtió en su aprendiz.

Viajaron hasta la Aldea de los Ancianos en donde Gri, desobedeciendo a su maestro, mata a un terrible troll.
Después viajan, al Desfiladero del Norte en dónde ayudaron a los hombres y enanos a combatir a un ejército orco. Gri vuelve a desobedecer al Maestro y participa en la batalla. Gracias a él, ganaron.



CAPÍTULO 5: MENTIRAS Y VERDADES EN LA OSCURIDAD

Gri abrió los ojos. Todo estaba borroso a su alrededor. Se frotó los ojos pero no servia de nada. Los volvió a cerrar. Lo intentó de nuevo.

Estaba en una tienda, tendido en una camilla. Sólo un par de lámparas iluminaban el lugar con una luz muy apagada. había más camillas, con hombres tumbados, quejandose o agonizando en silencio. Era la enfermería del ejército.

Entonces se percató de que le habían quitado el casco y la armadura. Pero se relajó al ver que al ser tan oscuro no se fijarían en que aquel soldado era solo un joven de catorce años.

Entonces entro en la tienda un hombre que parecía ser el cápitan de un regimiento. Este se dirigió al médico.


-¿Dónde está el heroico soldado?


-Allí al fondo señor.


Gri vió que se acercaban a su camilla. Cerró los ojos e intento parecer inconsciente. Sintió que lo observaban.


-Ese hombre nos a ganado la batalla -dijo el capitan- sinó hubiese sido por él no sé que habría ocurrido. Seguro que le recompensarán.


Gri se quedó pasmado con los comentarios del capitán. No se esperaba que él hubiese ayudado tanto.


-¿Está muy grave? -pregunto el guerrero al médico.


-Ni un rasguño rasguño, pero si agotado.


-Impresionante. Bueno me tengo que ir. Buenas noches señor.


-Igualmente -respondió el cirujano con voz cansada.


Gri oyó que el capitán salía de la tienda y cómo el médico se hiba de su camilla para ocuparse de sus quehaceres.


Se atrevió a abrir los ojos. Nadie le prestaba atención. Entonces se acordó del Maestro que le había prohibido terminantemente ir a la batalla. Cómo había desobedecido temía lo que pudiera suceder. Entonces entendió que no podía descubrirlo. No quería pensar en las consequencias.


Lentamente se levantó de la camilla. Como era muy sigiloso y además la tienda estaba a oscuras, nadie notó la desaparición del muchacho.


En lugar de salir por la entrada de la tienda. Pasó por debajo de la lona, entre dos clavos. No había nadie en aquel callejón de tiendas. Se oyan ronquidos dentro de muchas de ellas.


Estaba un poco perdido pero finalmente consiguió orientarse.


Fue hacia donde había los caballos del Maestro, de Pachi y de él. Pero al llegar se asustó y se escondió detrás de una tienda. Su maestro y su amigo ya estaban allí.


-¿Dónde estará Gri? -se preguntaba el Maestro- ¡Cómo se haya ido a la batalla...


Entonces el joven se percató de que su piel y su ropa estaba un poco manchada de sangre coagulada de los enemigos. Y vió que eso le delataba.


No sabía que hacer. Pensó y pensó algo. Y se le ocurrió.


Fue sigilosamente a dónde los hombres habían construido un improvisado establo para los caballos de batalla de los nobles. Estaba llena de los preciados corceles. Buscó y al fin vió unos cuencos enormes de madera en donde habían puesto agua para los cansados animales. Se tiró en una de ellas y se quitó la sangre de la piel. La sangre no acabó de desaparecer en la ropa pero al menos ya no se notaba tanto.


Después de bañarse, cojió un puñado de paja para caballos y regresó con su Maestro.


Quando el mago y Pachi, su amigo, le vieron, los dos relajaron sus cansados rostros. Pero el Maestro no parecía contento.


-¡¿Se puede saber a dónde te habías metido muchacho?! -gritó el mago- ¿Y por qué vas tan empapado?


-Perdon Maestro -dijo Gri con tono de inocente- esque fui a cojer un poco de comida a la quadra, para nuestros caballos. Pero estaba cansado y me he echado a dormir un rato encima de la paja. Me a despertado un hombre que me a hechado una galleda de agua encima y bueno...


A Pachi le costó aguantarse la risa.


El Maestro, en circunstancias más relajadas, podría haber leido la mentira en la mente del joven. Pero estab muy cansado y no estaba en condiciones de hacer esfuerzos.


-Bien de acuerdo -dijo al fin el mago.


Llegó un hombre corriendo, jadeando.


-¿Señor Brambleburr? -preguntó al Maestro.


-Si, ese soy yo.


-Teneis que ir a la tienda del caballero Bulbus, esta muy grave.


El mago salió corriendo detrás del mensajero que le condució hasta la tienda de su amigo. Los dos jovenes intentaron seguirle.


Cuando llegaron a la tienda vieron una emotiva escena.


El anciano, aunque corpulento Bulbus, yacia en una cama. Estaba desnudo, cubierto solo por una sábana su pecho estaba vendado, tenía la cara destrozada y respiraba con dificultad. Había el Maestro junto al viejo noble. También había dos caballeros más y un médico.


-No passará de esta noche... -contaba el médico al mago- tiene heridas demasiado profundas.

-No -decía el Maestro desesperado- Yo puedo curarlo.

El mago lequitó las ensangrentadas vendas que cubrían el pecho de Bulbus. Gri tubo que contenerse para no vomitar. Era horroroso. El pecho del hombre estaba cortado por todos lados. Las heridas sangraban a borbotones.

El Maestro puso las manos encima de las heridas, sin tocarlas, y pronuncio unas palabras. Los cortes dejaron de sangrar pero las heridas no cicatrizaban.

El mago se desesperó haún más. Estaba agotado de la batalla. No tenía suficiente poder para sanar las heridas. Pachi entonces vió lo que hiba a ocurrir.

-¡Maestro no! -exclamó lanzandose sobre el mago- ¡Para ya o morirás!

-¡No! -gritó el hombre- ¡Tengo que salvarlo!

-¡Ya no puedes hacer nada por él!

-Basta... -dijo Bulbus que había abierto los ojos- Basta ya, Brambleburr, amigo mio... Yo ya estoy acabado. Dejame partir en paz...

El Maestro bajó la cabeza, lloraba. Gri ya no aguantaba más y se largó de la tienda. Le siguió Pachi. Ambos se fueron hasta una tienda que les habian reserbado para ellos.

Se echaron en unas camas plegables que utilizaban los soldados. No se durmieron.

-¿Quién eres?

-¿Cómo? -preguntó Pachi.

-Quiero decir... De donde vienes ¿Tienes família?

Pachi no respondió en seguida. Parecía pensativo. Finalmente respondió.

-Ah, bueno, sí. Tengo família.
Nací en la ciudad de Grams, al sur de Orvingut, es una ciudad portuaria y comercial. Viví mi infancia con mi família, que son unos ricos burgeses. No me faltaba de nada. Fui feliz.


Pero un dia, unos matones de la escuela, me persiguieron por no se qué. Me alcanzaron en un callejón. Me sugetaron mientras que otro se disponía a darme puñetazos. Entonces algo nació dentro de mí. Grité muy fuerte y los chicos salieron volando sólo un par de metros. Pero se asustaron mucho y salieron corriendo.


No supe que había ocurrido. Cuando ya me hiba un hombre, el Maestro, que vió lo sucedido descubrió el poder en mi interior.


Me acompañó hasta mi casa y allí hizo un trato con mis padres. Me tuve que ir con él. Tenía entonces nueve años. Y bueno aprendí la mágia y me gustó. Pero ahún no los he vuelto a ver...


-¡Baya! -dijo Gri- Lo siento.


-Ya los visitaré algún dia, quando termine los estudios. ¿Y a ti, que te ocurrió? No conozco ahún lo que te pasó.


-Nací en un pueblo de el Valle, aunque no me parecía en nada a sus habitantes.


Trabajaba en la herrería de mi padre con mis hermanos y pasturando ovejas. La vida era senzilla allí.


Per un día tube que salir del pueblo para ir a recojer agua. Cuando volví los orcos habían atacado el pueblo y matado a todos sus habitantes. Fui apresado. Ya de noche acamparon en un claro y entonces fue cuándo atacastéis vosotros con los enanos. Por cierto ¿Por qué intervinieron?

-Porqué én el Valle hay un paso secreto que lleva a una ciudad enana y no querían correr el riesgo. Nosotros los encontramos por casualidad y decidimos ayudarlos.

-Ah...

Gri, cómo no sabía que hacer, preguntó a Pachi cómo se había sucedido la batalla. Aunque él ya sabía lo que le contaría hizo cómo que lo acavaba de oir.

-¿Y ese guerrero? -dijo Gri cuando ya había oydotoda la história- es extraño ¿no?

-Si -respondió el otro girandose hacia el muchacho.


De golpe Pachi se fijó en algo. Gri, que no prestaba atención, no se dió cuenta.

-¿Te has hecho sangre? -dijo señalando la pierna de Gri.

Al muchacho se le heló la sangre. Tenía una mancha de sangre oscura ya coagulada en los pantalones. Pachi debió notar la tensión.

-Eh... Si... -dijo Gri inventandose una mentira- es que me he caido y habia... una piedra afilada y bueno... que me he cortado.

Pachi no parecia creerselo.

-Bueno -dijo con malicia- Pues supongo que me dejarás que te lo cure ¿no?

-¡No! -exclamó el muchacho- Quiero decir que...que...que estarás cansado de luchar y eso, que tampoco es nada grave.

-Pues si no es grave, no gastaré mucha energia mágica.

Pachi lo miró a los ojos y adivinó la verdad. Gri decidió no esconderlo más.

-Esta bien -dijo con resignación- Te lo contaré todo. Pero no se lo cuentes al Maestro.

Gri le contó todo lo que había ocurrido. Cuando terminó, Pachi no cabía del asombro.

-Imposible -dijo con los ojos abiertos como platos- ¿Eras aquel soldado?

-Ya te he dicho que si -dijo el joven con emfado- ¿No me crees?

Pachi le miró a los ojos.

-Si, no mientes -dijo secamente- No te preocupes no se lo contaré al Maestro. ¡Ya te debo dos!

Los dos rieron, con alegría. Entonces entró el Maestro a la tienda. Los chicos callaron. El Maestro se hechó en su cama. Nadie dijo nada, estab claro que Bulbus había muerto.

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