viernes, 10 de octubre de 2008

CÓMO CRUZAR UN PUENTE EN LLAMAS

E aquí el capítulo 9:

CAPÍTULO 9: CÓMO CRUZAR UN PUENTE EN LLAMAS

Gri empezó un nuevo día, un día radinte, en la torre.

Se fue al comedor común. No vió a la elfa Larenlië por ninguna parte pero si a Pachi. El chico se sentó al lado de este. Pachi estaba visiblemente cansado pero contento.

-Hola -dijo Gri- Ya me dijeron lo de tu prueba. Que ya eres mago.

-Si -dijo el otro con alegría- había esperado este momento.

-¿Seguirás con nosotros?

-Claro que si.

Gri sonrió. Su amigo seguiría al Maestro para subir de rango.

-¿Y ahora que aremos? -preguntó Gri.

-Nosé... Supongo que ya podemos partir del bosque.

Preguntaron al Maestro, este les dijo que partirían dentro de tres días. El hombre parecía preocupado.

Gri preparó su equipaje. Llenó un macuto con algúnas pócimas que había aprendido a hacer, apuntes de algunos libros y una capa de viaje. Ya no ocultaba su espada al Maestro y este no le impidió llevársela. También limpió y peinó a su caballo, Relámpago.

Pero Gri no quería partir sin antes despedirse de Larenlië. Se sentía mal por haber sido tan impulsivo. Quería disculparse por lo del beso.

Durante dos días la buscó sin encontrarla. Cuando la veía siempre estaba acompañada.

La noche del segundo día volvió al observatorio. Se sentó en el banco en dónde había besado a la elfa y observó la cúpula celeste.

No hoyó a alguien que se le acercaba por detrás pero si sintió su presencia. Se guiró. Era Larenlië. La elfa lo observaba con una mezcla de aprecio y emfado.

-Lo siento -dijo simplemente Gri bajando la cabeza- Perdóname.

-Te perdono -dijo ella.

El joven levantó la cabeza, esperanzado. Pero ella parecía seria.

-Te perdono -repitió la elfa- Pero hemos pasado un límite. Cruzamos el camino vedado. Y no se si hay regreso posible...

La elfa se sentó a su lado. Los dos observaron en silencio las estrellas. Gri rompió el hielo.

-Mañana me voy.

-Lo sé...

La joven elfa se quitó un collar que le colgaba del cuello y se lo puso a él. El chico lo estudió. Era una hermosa piedra azul tallada en forma circular.

-Es para ti -dijo ella- Quando creas que todo está perdido si lo miras te traerá consuelo.

El joven humano no aguantó más y la abrazó. Ella no supo que hacer al principio pero se libró a aquel abrazo, un abrazo cálido. Gri se levantó. En sus ojos ardía una llama que le empujaba a irse, a no mirar atrás, por muy duro que resultase. Asi, el joven miró a los verdes ojos de la elfa y dijo solamente:

-Adiós.

Se fue del lugar.

A primera hora de la mañana el grupo que traían los restos de Bulbus ya estaba en la puerta de la torre. Salió a despedirles el Gran Mago.

-Que el camino os sea favorable -dijo.

-Igualmente -le deseó el Maestro.

Salieron de la ciudad por la puerta sur que salía del bosque.

Durante dos días recorrieron el Bosque de las Bayas hasta que, al fin, llegaron a los límites.

Siguieron una semana por un camino solitario en medio de campos desiertos.

Una noche que acamparon al raso Gri habló a Pachi de lo que le había ocurrido con la elfa.

-¡¿Pero que has hecho?! -exclamó Pachi- ¿Cómo se te a ocurrido una estupidez tan grande? ¿Es que no conoces la balada de Haerem y Fleien?

Pachi vió que le hablaba de algo desconocido.

-No te la relataré toda. Pero es más o menos algo así.

Tragó saliva y empezó a relatarle la história.

-Haerem era un soldado humano que desertó del ejército. Fue perseguido por las autoridades pero escapó. Aún asi lo hirieron mortalmente.

Vagó por lugares desconocidos. Finalmente llegó a un bosque élfico dónde residía una bella princesa elfa, hija única, llamada Fleien.

Esta doncella estaba paseando a solas por el bosque cúando lo encontró medio muerto.

La princesa se apiadó del humano, le curó las heridas e incluso le ayudó a construir una cabaña en el bosque. Todo esto lo hizo en secreto y a espaldas de sus iguales.

Ambos, elfa y hombre, se dieron cuenta de que se amaban profundamente y mantenieron una relación secreta.

Pero un ambicioso pretendiente de la princesa descubrió la verdad e hizo matar a Haerem.

Fleien, desesperada, mató al pretendiente y se suicidó. Su padre, el viduo rei de los elfos, murió de pena. Con este hecho acabó una de las familias reales elficas y empezó su decadencia.

No hablaron de nada más aquel día.

Finalmente, un oscuro atardecer, divisaron un pueblo atravesado por un cabaloso río.

-Estamos muy cerca -dijo uno de los caballeros señalando el pueblo- Quando atravesemos este pueblo ya estaremos en las tierras de Altaim.

Justo cuando terminaba esta frase hubo una fuerte explosión cerca del carro. Dos lanceros murieron carbonizados.

-¡A cubierto! -gritó uno de los caballeros.

El grupo se preparó para luchar. Se hoyó una risa, una risa fría, que hizo estremecer a Gri.

-Buenos días, Maestro -dijo esa voz- Aún me recuerdas...

El Maestro se quedó paralizado.

-Drehem... -escupió el mago- ¡Sal de dónde estés! ¡Muestrate!

-Cómo ordenes... Maestro... -se mofó la voz.

Detrás de ellos apareció un hombre de unos treinta años, montado un caballo. Hiba vestido de negro, llevaba una espada en una mano. La mitad de su cara mostraba una horrenda quemada. A Pachi se le heló la sangre.

-Un mago negro -susurró el joven con desprecio.

El mago negro rió.

-Me a costado alcanzaros. Pero al fin te tengo, mago

El Maestro desmontó, desenvainó su espada y se plantó frente al mago con expresión desafiante.

-No has cambiado nada, Drehem.

-Soy mucho más fuerte que antes.

-Ya lo veremos...

Gri no supo que ocurría.

-¡Maestro!

-No, Gri -dijo con autoridad el mago- Marchaos. Esto es personal.

El mago negro le lanzó un proyectil verde. El Maestro neutralizó el ataque.

-¡Iros de aquí estúpidos!

Los lanceros subieron al carro y el resto espoleó a sus monturas. Salieron de allí a toda prisa.

El Maestro mantenió contacto visual con el Drehem.

-No creas que escaparán -dijo el mago negro levantando los brazos y pronunciando un hechizo de imbocación.

De pronto, salieron de la tierra cuatro lobos. Eran enormes, de pelo negro cómo el carbón y con un brillo de ira en los ojos.

Las béstias hicieron caso omiso del Maestro y salieron corriendo siguiendo el rastro del grupo. Drehem aprovechó la distracción del Maestro para lanzarle una bola de fuego.

El grupo galopaba deprisa. Ya casi habían llegado al pueblo. Gri miró hacía atrás y vió a los lobos.

-¡Pachi! -gritó el joven- ¡Nos persiguen!

El otro miró también atrás y blasfemó algo. Se puso a lanzar hechizos. A los lobos no les afectaba mucho los ataques de Pachi.

El Maestro lanzó una lluvia de fuego sobre su oponente. Este lo rechazó y le lanzó un contra hechizo. Los dos estaban cansados.

-¿No te rindes, Maestro? -hadeó Drehem.

-Ya sabes que soy duro de pelar.

Pachi lanzaba barreras mágicas contra los lobos. Sólo los retrasaba un poco.
Entraron en el pueblo. Los habitantes se apartaban, horrorizados.

El Maestro consiguió entablar el combate cuerpo a cuerpo. Era mucho más experto que el otro. La lucha se prolongó un rato. El Maestro consiguió herirle en el talón. El mago negro cayó al suelo gimiendo de dolor.

El grupo ya había cruzado el puente que unía ambos lados del pueblo. Pachi había conseguido hacer una barrera protectora bastante resistente pero no aguantaría mucho.

-¡Destruid el puente! -gritó desesperado Pachi- ¡Es nuestra única salida!

El resto obedeció obedeció. Gri no sabía muchos hechizos incendiarios. Provó los que sabía. No funcionarun bien. Optó por cojer su espada y dar golpes a las bigas maestras, cómo hacía el resto.

El hechizo de Pachi no duraría mucho más. De pronto los lobos se desvanecieron, sin más. No supieron a que era debido. Pachi destruyó su hechizo y empezó a lanzar bolas de fuego que quemaron el puente.
Ya casi se había consumido del todo cuando apareció el Maestro, galopando en su caballo.

-No cruzará -dijo uno de los caballeros- es demasiado tarde...

Justo antes de llegar al puente, el Maestro obró sobre si un hechizo que lo cubría a él y al caballo con una capa de agua.

Cruzó el puente justo antes de que se derrumbara del todo. Slieron del pueblo tan rápido cómo llegaron. Finalmente, ya lejos del lugar, pararon para descansar.

-¿Qué ha sido todo eso? -preguntó Gri.

El Maestro tardó en contestarle.

-El hombre que habéis visto es un mago negro, Drehem, un renegado de la mágia. Fue aprendiz mío pero se traicionó a si mismo. Ese es el motivo por el que quería hablar con el Gran Mago. Ya notaba que nos había seguido.

-¿Pero qué quería? -le preguntó Pachi.

-Venganza. Yo le hize esas heridas de la cara aquella vez se salvó.

-Pero lo has matado -dijo Gri- ¿O no?

-No -dijo el Maestro con amargura- Aún creo que puede salvarse.

-¿Y todo eso de esos malditos lobos? -preguntó un lancero.

-Una imbocación. Quería que fuera en vuestra ayuda. Claro que sabía que primero tendría que matarlo y para entonces ya sería tarde. Sólo lo he herido pero a bastado para que rompiese el hechizo.

-Maldito -escupió Pachi.

-Debemos irnos de aquí cuanto antes -dijo de pronto el Maestro- No dudará en volver a la carga. En Altaim estaremos más seguros.

El grupo continuó el camino, a la luz de las estrellas.

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